Verna versus Lavagna

Por Juan Carlos Martínez

 

Los fantasmas del pasado se le cruzaron a Verna cuando una información periodística reveló que el barba apoyaba la eventual candidatura presidencial del ex ministro de Economía, Roberto Lavagna. Apelando a su vieja costumbre de tirar la piedra y esconder la mano, mandó a uno de sus chirolitas a desmentir la versión que difundió un medio nacional. Es que el nombre de Lavagna le trae a la memoria sus tiempos de senador, cuando Verna presidía la Comisión de Presupuesto y Hacienda en el Senado de las coimas. Por aquellos días, varios senadores hacían lobby para favorecer a los banqueros. El nexo entre ellos y los dueños del dinero era un tal Carlos Bercún, un doble agente que cobraba del Estado y de los bancos para los cuales hacía lobby. Para refrescar la tan frágil memoria de muchos, resulta oportuno transcribir un capítulo del libro La Pampa nostra (páginas 50 a 54).

 

Verna-Bercún, dos lobistas de banqueros y el exabrupto a Cristina

"Carlos Verna en el ojo de la tormenta" decía el título que encabezaba una amplia crónica que Lumbre ofreció en su edición número 14 de noviembre de 2002. La tormenta no era otra cosa que una denuncia sobre el pago de nuevas coimas en el Senado que salpicaban al senador pampeano. Por aquellos días, la senadora Cristina Fernández de Kirchner presidía la Comisión de Asuntos Constitucionales y en ejercicio de sus facultades llevó adelante una investigación sobre una operación que en favor de banqueros se estaba gestando con la participación del lobista Carlos Bercún y de varios senadores, entre ellos el pampeano Verna.

 

Las crónicas y comentarios que se ofrecen a continuación fueron publicadas en la edición número 14, del mes de noviembre de 2002. La tapa consistió en un dibujo en el que aparecía la imagen de la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner como Caperucita Roja preguntando ¿Lobby estás? La otra imagen, de mayor tamaño, era la de Carlos Verna en el papel de lobo. Fue por aquellos días cuando Cristina, como presidenta de la Comisión de Acuerdos del Senado, convocó a Verna para que explicara su relación con el múltiple lobista Carlos Bercún. Como Verna no respondía a la convocatoria, Cristina lo citó por escrito y en el encuentro se produjo una agria discusión a la que Verna puso fin con un exabrupto de contenido machista. Según han comentado allegados a la actual presidenta, desde aquel día Verna no es para nada santo de su devoción.

 

Aunque han pasado trece años desde que se produjeron los hechos, vale la pena recordarlos para entender mejor las andanzas de Carlos Verna transitando por los más oscuros laberintos de su vida política.

 

-El 15 de octubre (de 2002) fue un día fatídico para Carlos Verna. Ese día, el ministro Roberto Lavagna lo puso de cara a la opinión pública en el escenario menos deseado por un político: el banquillo de los acusados. Convocado por la Comisión de Asuntos Constitucionales del Senado, Lavagna fue requerido acerca de la relación que existía entre el lobbista Carlos Bercún y el ministro de Economía.

 

-Sí, lo conozco, contestó sin hesitar el titular del Palacio de Hacienda cuando le hicieron la pregunta de rigor.

 

-¿Qué tipo de conocimiento tiene de Bercún? deslizó de inmediato la senadora Cristina Fernández de Kirchner.
-Hace dos o tres meses fui invitado a comer con el senador Carlos Verna. Ahí estaba Bercún, respondió el ministro.

 

La revelación de Lavagna sonó como una sirena de alarma entre los integrantes de la comisión del Senado y los numerosos periodistas que asistían a la reunión. El clima se puso entonces al rojo vivo y el cónclave tomó un cariz tan inesperado como sorprendente.

 

"Lo que sucedió de ahí en más no hizo más que pavimentar el camino en el que además de investigarse la existencia o no de supuestas coimas para blanquear un proyecto de ley que preocupaba a los banqueros, está quedando al descubierto la fuerte unión de los financistas con funcionarios públicos que lejos de fungir como tales no son más que consultores que sirven a dos patrones, en el mejor de los casos", dijo Página 12 al lanzar el primer dardo de sospechas sobre el senador Verna.

 

Aunque para muchos pampeanos la gestión de Carlos Verna en el Senado venía mostrando muchas aristas llamativas en cuanto al tráfico de influencias y el discrecional manejo de fondos, la revelación de Lavagna vino a confirmar buena parte de lo que desde hace tiempo se había instalado en el ámbito de la opinión pública.

 

Cuando se le preguntó qué temas habían sido analizados en la cena del 24 de junio, Lavagna dijo que se había tratado "el programa de canje compulsivo o canje voluntario de depósitos acorralados por bonos. Se intentó persuadirme de los beneficios que resultaba el canje compulsivo", dijo el ministro confirmando de esta manera que Bercún puso sobre la mesa la aspiración de los banqueros.

 

Obvio, respondió Lavagna cuando la senadora salteña Sonia Escudero preguntó si en la cena del 24 de junio Bercún representaba a los banqueros. Fue en ese momento cuando el ministro de Economía confesó que no sabía que Bercún también era empleado suyo.

 

Otra pregunta que los miembros de la Comisión de Asuntos Constitucionales lanzaron a Lavagna estuvo dirigida a establecer cuáles habían sido las opiniones de Verna en el caso de aquel encuentro.

 

"Aquí Lavagna fue piadoso al señalar que no recordaba que Verna hubiera presentado ninguna opinión de fondo" dijo el matutino porteño, pero agregó algo más que una sugerencia sobre el rol del senador Pampeano: "Ya había dicho que la cena había sido organizada por Verna en concordancia con el diputado Alberto Coto".

 

La crónica de aquella jornada en la Comisión de Asuntos Constitucionales siguió con otros interesantes apuntes.

 

"Las preguntas de los legisladores no eran menores. No sólo se trataba de un colega (Verna), sino también de un parlamentario que estratégicamente estuvo al frente de las comisiones de Presupuesto o en la bicameral encargada del seguimiento de las privatizaciones. Además, desde que el lobbista Bercún apareciera fuertemente sospechado por su participación en el escándalo de los posibles sobornos, se supo también que precisamente entre sus vínculos privilegiados en el Senado se encontraba Verna y el hoy director del Banco Central, Ricardo Branda".

 

"A esta altura, no sólo Verna había quedado descolocado sino también el titular de la Asociación de Bancos Argentinos (ABA), Mario Vicens. En su presentación ante la comisión legislativa, Verna había afirmado que la tarea de Bercún se limitaba a informarlos de la evolución de algunas tareas parlamentarias. La cena que había revelado Lavagna ponía de manifiesto que el consultor es lo que se dice todo terreno. Por cierto también varios funcionarios públicos cumplen con esa condición".

 

"Hubo tiempo para que una pregunta de la bonaerense Diana Conti, el ministro repitiera: Yo no concurrí a la consultora de Bercún. Fui a una cena con el senador Verna. Quedaba en claro no sólo que el senador pampeano había invitado al lobbista sino que también pudo disponer de sus oficinas con cierta comodidad".

 

"Al día siguiente ningún medio de comunicación pudo tomar contacto con Verna. El senador pampeano había desaparecido" dijo Página 12 al revelar que Verna volvió al Senado el 17 de octubre con ganas de cobrar revancha contra Lavagna".

 

Las huellas que Verna dejó en su paso por el Senado de la Nación pone al desnudo el doble discurso y la hipocresía del candidato cuando, en plena campaña electoral para volver al gobierno de La Pampa, promete que su principal objetivo será la defensa de los intereses de su provincia.

 

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Bercún: lobbista todo
terreno y recaudador

 

La historia del lobista siguió ocupando las páginas de Lumbre. -Carlos Bercún –decíamos en la misma crónica- era, hasta hace unos días, un doble agente. Trabajaba para el Estado y para los banqueros. Todo al mismo tiempo. Cobraba 260.000 pesos/dólares por año como asesor del Ministerio de Economía y 25.000 pesos/dólares por mes de la Asociación de Bancos Argentinos (ABA) y 19.000 pesos/dólares, también mensuales, del City Bank. Fue nombrado por Domingo Cavallo, confirmado por Remes Lenicov y siguió hasta que el ministro Lavagna reveló su encuentro en la cena a la que fue invitado por el pampeano Carlos Verna.

 

-Bercún traficaba información que recogía en los despachos de diputados y senadores y la repartía entre el Ministerio de Economía y los banqueros. Una suerte de espía económico. O traficante de la información como tantos personajes que viven del Estado pero trabajan para el sector privado. Y, por supuesto, para ellos y sus amigos.

 

-Lo de Bercún no es atípico. Responde a una política de vieja data en este país, pero que tomó fuerza desde que Menem le dijo a Alsogaray, allá por 1989, horas antes de asumir: "No se preocupe, ingeniero, vamos a hacer un gobierno liberal".

 

-En verdad, no lo defraudó. Los liberales no sólo manejaron el gobierno: impusieron las políticas y las reglas de juego y convirtieron al Estado en una herramienta al servicio de sus intereses. Las privatizaciones dejaron expedito el camino para los grandes negocios y negociados.  No sólo para las multinacionales: el reparto debió incluir a quienes, desde los tres poderes del Estado, podían garantizar la más absoluta impunidad.

-El menemismo completó su obra de ingeniería con una Corte Suprema de Justicia a la medida de las circunstancias y un Poder Legislativo obediente. Los resultados están a la vista: presidentes, ministros y gobernadores cumplen el triste rol de gerenciadores de las políticas que deciden las multinacionales financieras. Por otro lado, senadores y diputados (con las excepciones del caso) son funcionales al sistema: levantan una mano para aprobar las leyes y la otra para recibir las coimas. O sea, que Carlos Bercún no inventó nada".

 

(La Pampa nostra, edición agosto de 2015)