La continuación de la dictadura por otros medios
Por Juan Carlos Martínez
(Nota del autor: El siguiente artículo fue publicado en Radio Kermés en julio de 2016 y en el periódico Lumbre en la edición de octubre del mismo año, es decir, a menos de un año de la asunción de Macri como presidente de la Nación. A la luz del anuncio oficial de apelar a las fuerzas armadas para actuar en conflictos internos, las sombras del terrorismo de Estado aparecen en el horizonte como una amenaza concreta a la paz interior. La sociedad argentina, sobre todo los que hemos sufrido las atrocidades de la dictadura cívico-militar-clerical debemos oponernos firmemente a este intento regresivo que nos quieren imponer los nostálgicos del ominoso pasado).
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Clausewitz decía que la "la guerra es la continuación de la política por otros medios", un aforismo al que Foucault le dio una interpretación invertida al decir que "la política es la continuación de la guerra por otros medios".
En verdad, en el mundo que vivimos desde la finalización de la II Guerra Mundial en 1945 las armas no han descansado un solo día. Los conflictos bélicos a los que se distingue como guerras de baja intensidad no han cesado a lo largo y a lo ancho del planeta a pesar de los cientos y cientos de tratados de paz firmados entre países que cambiaron el lenguaje de las armas por el lenguaje de las palabras.
Einstein decía que la paz no se consigue por la fuerza sino por el entendimiento, pero esos entendimientos hoy en día no son perdurables y por eso es que la guerra y la paz conviven en un mundo que se debate entre dos extremos en los que está en juego la propia sobrevivencia de la humanidad.
En ese contexto están reapareciendo cada día con mayor intensidad y crueldad los atentados terroristas, uno de los métodos a través de los cuales se mezclan cuestiones políticas, religiosas, raciales o económicas, todo en un nivel de crueldad que no tiene límites.
La nueva forma de dominio que se está aplicando en muchos países, particularmente en Latinoamérica, ya no apela a los clásicos golpes militares para sacar o poner gobiernos.
Ahora los métodos son en apariencia más "civilizados", más graduales y los generales son remplazados por integrantes de los tres poderes del Estado que obedecen a las órdenes de los gerentes de las multinacionales que manejan la economía mundial.
Gigantesco retroceso
En la Argentina, desde la asunción de Mauricio Macri como presidente, los caminos que está recorriendo el gobierno de los empresarios están sembrados de acciones que marcan un gigantesco retroceso en todos los órdenes, entre ellos la repetición de algunos métodos muy cercanos a los que conocimos durante la dictadura.
El llamado protocolo de seguridad no es otra cosa que la aplicación de la mano dura a través de la policía con el uso de instrumentos represivos que se están aplicando para frenar cualquier manifestación de protesta en todo el país.
Por ahora son el garrote y las balas de goma las que se descargan contra hombres, mujeres, jóvenes, adolescentes y hasta niños, pero por experiencia sabemos hasta dónde puede llegar la fiebre represora.
El vandálico asalto a las instalaciones del diario Tiempo Argentino exhumó una de las habituales prácticas de las bandas de la Triple A y de los Grupos de Tareas de la dictadura.
La clásica manera de meter miedo.
El deterioro avanza de manera sorprendente, incluso para quienes éramos conscientes de lo que es y de los intereses que representan Macri y sus principales colaboradores que han colocado a la Argentina en esta grave encrucijada en sólo siete meses de gobierno.
Ya no se trata sólo de los efectos devastadores que están produciendo las brutales medidas económicas en amplios sectores de la sociedad, especialmente en los más vulnerables.
Ahora se incluye la política de corte colonial que tuvo su máxima expresión justamente en el día de la independencia con la presencia como invitado especial del ex rey de España, un descendiente de la colonización y uno de los herederos del sangriento dictador Francisco Franco.
Si algo faltaba para avanzar en uno de los mayores retrocesos ocurridos desde 1983, la presencia del golpista Aldo Rico en el desfile militar fue un verdadero desafío y una bofetada a la memoria histórica y a la democracia que tanta sangre costó recuperar.
¿Dónde están los demócratas de café que se llenan la boca hablando de la república mientras se arrodillan ante el viejo colonizador?
¿Dónde están los radicales que condenaban al golpista carapintada Aldo Rico (los más furiosos querían mandarlo a la hoguera como en los tiempos de la Inquisición) por haber intentado derrocar al primer gobierno democrático post dictadura encabezado por Raúl Alfonsín?
El mismo camino de Menem
Mauricio Macri está recorriendo el mismo camino que abrió Carlos Menem al asumir el 8 de julio de 1989. Lo primero que hizo el artífice de las privatizaciones y el rematador de las joyas de la abuela fue sacar a los militares de los cuarteles para que participaran en un impresionante desfile por las calles de Buenos Aires.
De esa manera, Menem ponía en marcha su plan de acercamiento a unas fuerzas armadas desprestigiadas por la criminal aventura de las Malvinas y por la aplicación del terrorismo de Estado que produjo el genocidio de treinta mil personas.
Por entonces, la idea de la reconciliación aparecía en el lenguaje presidencial, un objetivo que avanzó tres meses después de haber asumido con el indulto a la asesina junta de comandantes.
El indulto incluía a los responsables del golpe del 24 de marzo de 1976 sobre quienes pesaban múltiples y graves delitos de lesa humanidad como secuestros, torturas, crímenes y apropiación de niños nacidos en su mayoría en campos de concentración donde estaban confinadas sus madres, asesinadas luego de dar a luz.
Es realmente preocupante que Macri haya tomado el desfile de los militares como parte de la llamada reconciliación de la que vienen hablando los sectores ligados a la dictadura cívico-militar y que tiene en la Iglesia Católica a uno de sus principales promotores.
No es un dato menor que en ese desfile además del golpista Aldo Rico haya aparecido el coronel Emilio Nani, un acérrimo defensor del terrorismo de Estado y permanente crítico de los organismos de derechos humanos.
En la misma línea que Cecilia Pando, el coronel apologista de la dictadura ha dicho que "los derechos humanos en nuestro país siempre estuvieron en manos de terroristas", una definición que supera la teoría de los demonios.
"Hermosos festejos patrios. Qué lindo volver a ver desfilar a mi amigo Emilio Nani que defendió la Tablada del ataque terrorista" escribió Pando en su cuenta de Twiter según informó Página 12.
En medio de la algarabía de los nostálgicos de la dictadura aparecieron en el desfile los trágicamente célebres Ford Falcon, aquellas cárceles ambulantes que usaba la dictadura para el secuestro de personas.
Un falso reencuentro
En sintonía con los eufóricos mensajes de los apologistas de la dictadura, Macri sumó un mensaje subliminal para alentar la idea de la anhelada reconciliación.
"Yo siento que fue un desfile de reencuentro de los argentinos", dijo el presidente convencido de haber puesto en marcha el hasta ahora repetido y fracasado intento de borrar la historia con leyes o decretos.
La llamada reconciliación es un eufemismo incorporado al lenguaje de quienes insisten en poner en un mismo plano a las víctimas y a los victimarios para legalizar la impunidad de los asesinos, torturadores y apropiadores de niños que aún permanecen lejos del alcance del brazo de la Justicia.
Tan lejos como los civiles que participaron activamente en los innumerables delitos de lesa humanidad cometidos en todo el país con la bendición de la Iglesia Católica, cuyos mártires no alcanzan para liberarla de la complicidad institucional que mantuvo con la sangrienta dictadura entre el perverso juego de la acción y la omisión.
¿La dictadura por otros medios?
Si la política es la continuación de la guerra o la guerra es la continuación de la política por otros medios, el sistema como el que encabeza Macri en la Argentina abre un camino intermedio entre la democracia y la dictadura.
De modo que a través de esa fórmula se accede a lo que Eduardo Galeano llamaba democraduras. Es decir, con indumentaria democrática se aplican medidas propias de regímenes autoritarios o dictatoriales.
Afortunadamente no hemos regresado a ese ominoso pasado, pero buena parte de los métodos que el gobierno está aplicando nos induce a plantear una pregunta que por estas horas muchos argentinos se están haciendo: ¿Cambiemos es la continuación de la dictadura por otros medios?
N. de R .- A este artículo hay que sumarle otros hechos que vienen a confirmar la cada vez más estrecha relación -al menos ideológica- entre el gobierno de Cambiemos con la sangrienta dictadura que aplicó en la Argentina el terrorismo de Estado al que Macri califica de "guerra sucia". Es decir, la teoría de los dos demonios sostenida por quienes se empeñan en poner en un mismo plano a las víctimas con los victimarios. Ni siquiera sus socios radicales que acompañaron a Alfonsín en el juicio a las Juntas Militares le recordaron al empresario presidente que la sentencia de los jueces fue muy clara en ese sentido al calificar los hechos como un plan criminal. Conclusión a la que arribó el tribunal luego de analizar todas las variables de la guerra no convencional, es decir, la guerra de guerrillas, la guerrilla urbana y rural y otras formas de lucha armada llevadas a cabo por grupos irregulares. Ninguna de ellas encajó en lo que se conoce como guerra convencional que, a pesar de regirse por ciertos códigos, nunca dejan de ser crímenes. Por si algo faltaba para confirmar que Cambiemos es la continuación de la dictadura por otros medios, basta con leer unas declaraciones no rectificadas que lanzó Gustavo Lopetegui, el tercer hombre en la escala jerárquica de la jefatura de Gabinete. Según este funcionario, durante un siglo hubo dos formas de acceder al gobierno: por los votos y por las botas. "El cambio cultural que el gobierno entiende protagonizar consiste en cumplir mediante el voto el programa histórico de las botas", ha dicho Horacio Verbitsky al analizar el sentido de la descarnada manifestación del funcionario.
Por lo demás, los hechos son más elocuentes que las palabras.