Moreno, el macartista
Por Juan Carlos Martínez
De pronto una estela de sombras se nos cruzó por nuestra memoria y en ese cruce de imágenes y recuerdos reapareció el fantasma del cazador de brujas. En realidad, no era un fantasma. Era Guillermo Moreno en vivo y en directo mostrando a los gritos su perfil de soberbio, prepotente, intolerante y misógeno frente a Myriam Bregman, elegida por el ex secretario de Comercio para descargar sobre ella un rosario de banalidades.
Consciente de los efectos que todavía pueden tener ciertos rótulos ideológicos en un país donde el macartismo abrió el camino por el que transitaron miles y miles de víctimas del terrorismo de Estado, el ex secretario de Comercio no dudó en repetir ante la audiencia televisiva –con ánimo inquisidor- el perfil ideológico de Bregman.
El clásico libreto: a la izquierda se la combate con fascismo. O sea, con el brazo derecho del capitalismo.
Y como para que no quedaran dudas sobre la pureza de su propia ideología, reveló que él era católico y que asistía a misa cotidianamente.
Un fiel militante de Dios, Patria y Hogar.
Como si estas confesiones no alcanzaran para comprender el espacio que Moreno ocupa dentro del peronismo, colocó a Eduardo Duhalde en la categoría de héroe nacional “por haberse puesto el país al hombro” durante su interinato presidencial y sugirió que el resto de los argentinos deberían pedirle perdón por no haber reconocido su “patriótico” aporte.
Lo que Moreno omitió recordar fueron los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán durante el interinato de Duhalde, cosa que sí le recordó Bregman con la paciencia y el tono de voz de las personas inteligentes.
Escuchar al desaforado Guillermo Moreno es como asistir a la resurrección de lo peor que ha salido del peronismo: López Rega, la Triple A, Ruckauf, Barrionuevo, Menem y su flamante ahijado Picheto…
Como diría Verbitsky, representan al peornismo.
El macartista Moreno los quiere a todos juntos y revueltos para el 2019.