La hegemonía burguesa
Por Juan Carlos Martínez
“Para ejercer su dominio, la burguesía no necesita siempre de la coerción, de la violencia legal. Para encarcelar a millones de mentes, usa armas más sutiles. Lleva siglos persuadiéndonos, y nos persuade día a día, de que sus valores son los valores absolutos. Familia, educación, relaciones laborales, métodos de participación política. La ideología burguesa tiene una respuesta para todo y es una respuesta capaz de convencer y de asegurar el consenso de aquellos que son explotados, que son también engañados en sus sentimientos, en sus ideas. Respiramos la hegemonía burguesa como el aire, mecánicamente. Se ha transformado en el sentido común de la conciencia de millones de individuos”.
Estas reflexiones no las escribió alguien que nos ha querido ilustrar sobre la realidad en la que actualmente están inmersas muchas sociedades -la Argentina incluida- manejadas por poderosos grupos económicos concentrados.
El análisis corresponde a Antonio Gramsci, el filósofo, político y periodista italiano encarcelado por el fascismo, quien escribió memorables textos en los once años de encierro y que, lejos de perder actualidad, adquieren mayor vigencia.
Gramsci escribió estas cosas coincidiendo con otros influyentes pensadores que cuestionaran los estragos y las tremendas injusticias generadas por el sistema capitalista
En la Argentina de este tiempo también respiramos la hegemonía burguesa como el aire, mecánicamente.
Está clarísimo.
Los sectores que accedieron al poder por las urnas hace más de dos años repiten buena parte del mismo libreto sintetizado por Gramsci. Una de las formas más sutiles de dominio consiste en las engañosas respuestas que el gobierno emplea para cada uno de los graves problemas que cotidianamente plantean amplios sectores de la sociedad.
La mentira como herramienta de persuasión.
La distancia entre lo que ha dicho, lo que dice y lo que hace el gobierno es cada día más amplia, más contradictoria.
Calidad institucional. El prometido mejoramiento de la calidad institucional consiste en gobernar por decreto, violar la Constitución Nacional y los tratados internacionales, aplicar la pena de muerte a través del uso del llamado gatillo fácil por parte de la policía y otros organismos estatales armados, militarizar el territorio con fuerzas extranjeras e hipotecar al país de espaldas al Congreso de la Nación.
En medio de tanto desquicio, nos hablan de la república.
Calidad de vida. La mejor calidad de vida de los argentinos en el camino a pobreza cero comenzó con una brutal devaluación de nuestra moneda, la descomunal e incontenible escalada de precios de los alimentos y las tarifas de los servicios públicos y la galopante inflación que reduce drásticamente los salarios de trabajadores y jubilados.
Pero no tienen empacho en decirnos que la gente está mejor que antes.
Calidad educativa. El supuesto mejoramiento de la calidad educativa transita por el viejo camino recorrido por la derecha: destrucción de la educación pública para fortalecer la educación privada y confesional. La mejor prueba de esta política desalfabetizadora se encuentra en la anulación de la paritaria docente por decreto, los salarios de hambre para maestras y maestros y el cierre de escuelas bajo la falaz concepción lucrativa de que la educación es un gasto que hay que reducir.
Teorizan sobre la importancia de la educación, no para despertar el pensamiento crítico sino para responder a las reglas del mercado.
La salud. El cuidado de la salud de los argentinos lo está demostrando el gobierno con el hambre o la mala alimentación que afecta a casi la mitad de la población y el cada vez más difícil acceso a la compra de medicamentos por parte de los jubilados. Mientras el discurso oficial nos advierte el riesgo que corre la Argentina de parecerse a Cuba, aquel país jaqueado y embargado por el imperio del Norte tiene uno de los mejores sistemas de salud de latinoamérica.
La ecuación es sencilla: en la Argentina y en la mayoría de los países de este continente la salud es un comercio. En Cuba es un derecho.
La Justicia. La garantía de mejor justicia la viene demostrando el gobierno con el disciplinamiento de jueces y fiscales. El alejamiento de la ex Procuradora Alejandra Gils Carbó por la implacable presión del gobierno y la que sigue ejerciendo el oficialismo sobre magistrados que no responden a sus designios, coloca a la Argentina en la mayor inseguridad jurídica desde que el país recuperó el sistema democrático en 1983.
Empero, la injerencia en el Poder Judicial no les impide hablar de la independencia de poderes.
Derechos y garantías. Si algo faltaba para hacer más evidente el retroceso institucional en materia de derechos y garantías, la detención de personas sin juzgamiento previo modifica el sabio principio de presunción de inocencia para convertirlo en presunción de culpabilidad.
Cruel paradoja: mientras se amenaza o encarcela sin juicio previo a disidentes del gobierno, un montón de condenados por delitos de lesa humanidad gozan de prisión domiciliaria, alguno de ellos –como el genocida Etchecolatz- a metros de una de sus víctimas.
La igualdad ante la ley nada tiene que ver con impunidad de asesinos , torturadores y apropiadores de niños.
Se ofenden si se les califica de autoritarios, pero con frecuencia repiten métodos que conocimos durante la dictadura.
Transparencia. Una de las promesas de campaña de Cambiemos hizo hincapié en acabar con la corrupción política y hacer de la transparencia un culto. Esas banderas fueron agitadas por el actual presidente, cuyos antecedentes no le conferían un mínimo de autoridad moral para hablar de ese flagelo. A medida que se han ido conociendo nuevos engranajes de la maquinaria de corrupción que incluye a Macri y a buena parte de sus funcionarios, todo lo que intentan aclarar se torna más oscuro.
Acción psicológica. Tanto o más peligroso que mandar gente a la cárcel sin pasar por un juzgado es, como decía Gramsci, el encarcelamiento mental. Tarea que el sistema promueve con la ayuda de los grandes medios de comunicación, esas maquinarias de acción psicológica capaces de convencer al explotado de que la mejor opción está en elegir a su explotador.
Una sutil manera de adormecer conciencias.
Libertades públicas. En materia de libertades, el camino escogido por el gobierno es el de la intolerancia y la censura. Para quienes ejercen el derecho constitucional de reclamar mejores condiciones de vida, la respuesta es la mano dura que se nutre del garrote y las balas. Las de goma y las de plomo, mientras que aquellos que ejercen el derecho a la libertad de expresión son silenciados o sometidos a juicio.
En este contexto, las voces que resuenan con más fuerza son las de los mercenarios del periodismo.
La hegemonía burguesa nos gobierna.
¿Hasta cuándo?