Nepotismo amarillo
Por Juan Carlos Martínez
Una banda de malhechores, expertos en evadir impuestos, tener empleados en negro, hacer negocios con la obra pública, usar la coima como instrumento de persuasión entre el que paga y el que cobra y en mandar sus fortunas a los paraísos fiscales, una banda de malhechores, decíamos, desde hace dos años que atiende de ambos lados del mostrador.
Lo primero que hicieron fue poner en marcha uno de los clásicos mecanismos de la corrupción política: inundar el Estado de parientes y amigos. Es decir, legalizaron el nepotismo amarillo por todos los estamentos oficiales con salarios propios de la familia real sin contar lo que reciben por debajo de la mesa. Que, dicho sea, suele ser infinitamente mayor de lo que nos muestran.
Son tan irreverentes con las leyes y los tratados internacionales, que han sido capaces de pasar por encima del numeral 2 del artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dice. "Toda persona tiene derecho al acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país".
Por eso es que se considera que el nepotismo violenta el derecho humano que tienen todos los ciudadanos y ciudadanas para acceder a cargos públicos en igualdad de condiciones.
Ahora, como el nivel de desfachatez ha sacudido los cimientos del poder, el jefe de la banda no ha tenido mejor idea que ordenar el cese de los parientes y amigos de sus funcionarios.
Un gesto que a esta altura del partido es como si nos dijeran -exhumando el republicano consejo de Barrionuevo- que a partir de hoy y durante los dos próximos años dejarán de robar.
Lo que es seguro es que ninguno de los involucrados devolverá lo percibido y que tampoco se los verá buscando empleo en las páginas de clasificados de los diarios como le ocurre a los miles y miles de hombres y mujeres despedidos de sus trabajos., tanto en el sector público como privado.