De Nisman a Maldonado

Por Juan Carlos Martínez

 

Dos casos emblemáticos –el de Alberto Nisman y el de Santiago Maldonado-resultan propicios para medir el doble discurso del gobierno en general y del presidente Mauricio Macri en particular.
Visiblemente feliz de estar como en su propia casa disfrutando de las estrechas relaciones carnales con el amo del Norte, Macri aprovechó el contexto político enel que se produjo su visita a los Estados Unidos para decir que a Nisman “lo mataron. Y necesitamos saber quién lo hizo”.

 

Lo dijo sin inmutarse.

 

O sea que sin más pruebas que un más que dudoso informe de Gendarmería que modificó el que anteriormente elaboraron con conclusiones distintas los peritos de la Suprema Corte de Justicia, le ha servido al presidente para cumplir con su expresado deseo de cargar sobre el gobierno anterior la muerte del ex fiscal.

 

Con la misma irresponsabilidad que da por hecho que la muerte de Nisman no fue un suicidio sino un asesinato, Macri y los funcionarios de su gobierno, incluidos los que participaron directamente en la desaparición forzada de Santiago Maldonado, sostienen que el joven artista se ahogó en las aguas del río Chubut.

 

Para reforzar la teoría presidencial sobre la muerte de Nisman, el fiscal Eduardo Taiano, rápido para descifrar el mensaje presidencial en el marco de la obediencia debida que recorre los pasillos de Comodoro Py, en menos de lo que canta un gallo citó a indagatoria al técnico informático Diego Lagomarsino, quien le entregó a Nisman, a su pedido, el arma que, según las pruebas más sólidas reunidas hasta ahora, el ex fiscal utilizó para terminar con su vida.

 

En el caso de Santiago Maldonado, el gobierno sigue buscando atajos, algunos de ellos muy perversos, para deslindar la participación única y exclusiva que tiene el Estado en la desaparición forzada de Maldonado y en su posterior muerte.

 

Evadir esa responsabilidad porque el cuerpo del joven artista no presentaría signos de violencia sin que se sepa todavía las causas de su muerte y asegurar que murió ahogado, es como mostrar el final de una película omitiendo todo lo que le precede.

 

La película completa incluye varios capítulos decisivos para entender el final de esta historia. Cuando el rodaje no tenga cortes, el Estado argentino tendrá que hacerse cargo de las sanciones previstas en los acuerdos internacionales para casos como la desaparición forzada de una persona seguida de muerte.

 

No es necesario explicar por qué el gobierno está empeñado en convertir un suicidio en un crimen y un crimen en un accidente.