Un angelito

Por Juan Carlos Martínez

 

El ex policía pampeano Carlos Reinhardt se hizo tristemente célebre por el manejo de la picana eléctrica y por otras atrocidades cometidas durante la dictadura.

 

Sus indefensas víctimas, siempre encapuchadas a la hora de la parrilla, pudieron conocer la identidad de su verdugo por el aflautado timbre de su voz.

 

Sin embargo, según contó Zulma Rivoira, una de las mujeres que pasaron por el cadalso de la Seccional Primera, hubo otra manera de identificarlo.

 

Una era el humo del cigarrillo que el ruso exhalaba en la cara de Zulma, la otra era el fuerte olor a alcohol que despedía su aliento.

 

Luego del testimonio de la ex integrante del personal no docente de la Facultad Tecnológica de General Pico, el torturador pidió ser escuchado por los jueces del tribunal, quienes accedieron al pedido.
Como si se tratara de un santo varón a quien se le atribuyen vicios incompatibles con sus sanas y ejemplares costumbres de vida, “el Ruso” negó que haya sido o sea consumidor de tabaco y de alcohol.

 

Lo que omitió negar son las acusaciones y las pruebas que sobre su calidad de torturador y violador han desgranado los hombres y mujeres que estuvieron a su merced, esposados y esposadas y con los ojos vendados a merced de un monstruo que se nos presenta como un angelito.