El caso Maldonado entre el silencio y el ocultamiento

Por Juan Carlos Martínez

 

La desaparición forzada de personas es un delito de lesa humanidad. El caso de Santiago Maldonado fue incluido en esa figura por cuanto fue una fuerza del Estado la responsable de su desaparición, de su ocultamiento y de su muerte.

 

La actitud del gobierno, desde el primero de agosto hasta la aparición del cuerpo de Maldonado transitó por dos vías: por un lado, la del silencio, por otro lado la del ocultamiento.

 

La ecuación conduce a una definición indubitable sobre el comportamiento del gobierno: complicidad. En este caso, tanto por acción como por omisión.

 

Que el presidente de la Nación haya guardado silencio mientras desde el mundo entero se reclamaba por la vida de Santiago Maldonado es algo más que un gesto de irresponsabilidad institucional.
Coloca al país en una postura de irreverencia frente a los compromisos contraídos con la comunidad internacional, sobre todo después de haber dado la espalda a decisiones de organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la OEA, entre otros.

 

Mientras el presidente guardaba silencio, la ministra Patricia Bullrich ponía las manos en el fuego por Gendarmería, es decir, por la fuerza estatal que secuestró a Maldonado y sin duda la que plantó el cuerpo ochenta días después de su desaparición.

 

La estrategia oficial estuvo acompañada por una sistemática campaña de difusión de pistas falsas a través de los grandes medios de comunicación.

 

El primer resultado que arrojó la autopsia dice que Santiago no presenta signos de haber sido golpeado, un dato que le ha servido al gobierno y sus cómplices para avanzar nuevamente en la búsqueda de atajos para eludir su ineludible responsabilidad en la desaparición forzada y en la muerte de Maldonado.

 

Una pregunta: ¿Sólo los golpes pueden producir la muerte de una persona?

 

Lo cierto, lo concreto, lo irrebatible es que Gendarmería lo llevó con vida y devolvió un cadáver.

 

Pero al margen de las cuestiones jurídicas sobre las que todavía hay muchos caminos para recorrer, detengámonos un instante en la insensibilidad humana demostrada por el gobierno, comenzando por Macri.

 

¿Cómo hay que calificar a un presidente que recién rompe el silencio para llamar a la madre de Santiago dos días antes de las elecciones?

 

Si el silencio que guardó durante ochenta días resulta intolerable, ese llamado electoralista genera el más absoluto repudio.

 

Sirve, además, para medir el grado de insensibilidad que tiene Macri por los valores humanos, por la vida misma.

 

La muerte de Santiago Maldonado debe ser el límite que ponemos los argentinos y las argentinas que mantenemos en alto las banderas del NUNCA MÁS.
Memoria, Verdad y Justicia.

 

Ahora y siempre.