Sí, se puede

Por Juan Carlos Martínez


Mauricio Macri cumple al pie de la letra con las instrucciones que figuran en el manual escrito por Jaime Durán Barba. Por lo que se aprecia en el lenguaje que utiliza el presidente, se presume que su asesor debe haberse inspirado en algunos textos de Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda nazi que le escribía el libreto a Hitler.

 

En verdad, no son pocas las coincidencias que se advierten, particularmente en materia de mentiras. "Miente, miente que algo quedará" decía aquel libretista que contribuyó de manera decisiva a la masificación del engaño colectivo a través de la palabra.

 

En uno de sus libros, Durán Barba lo dice claramente: "El electorado está compuesto por simios con sueños racionales que se movilizan emocionalmente. Las elecciones se ganan polarizando al electorado, sembrando el odio hacia el candidato ajeno. Es clave estudiar al votante común, poco informado, ese que dice no me interesa la política. El papel de los medios es fundamental, no hay que educar a la gente. El reality show venció a la realidad".

 

En el reciente acto de campaña encabezado por Macri en Santa Rosa, tanto el candidato Martín Maquieyra como el presidente en sus discursos se dirigieron a los asistentes con ese mensaje simple y vacío que mencionábamos más arriba.

 

Sólo tres palabras alcanzaron para entusiasmar a la masa cada vez que los oradores la pronunciaban agitando sus brazos como si fueran los barrabravas del fútbol que dirigen a la hinchada para estimular el aliento a su equipo: ¡Sí, se puede! decían a viva voz y el público enfervorizado respondía con la misma frase creyéndose partícipe de algo que no ve pero que aún así alimenta su necesidad de protagonismo.

 

Con ese lenguaje simple y vacío pero efectista dirigido a las emociones de la masa para obnubilar su razonamiento, la Alemania nazi avanzó en sus crueldades hasta lograr el exterminio de seis millones de personas.

 

Mentir y cargar sobre sus opositores todas las calamidades pasadas, presentes y futuras fue una de las herramientas con las que Goebbels ayudó a sostener y convertir a Hitler en una suerte de semidiós, en un ser infalible rodeado de una sociedad ciegamente fanatizada con el führer.

 

Es cierto que Macri no es Hitler ni Durán Barba es Goebbels ni la sociedad argentina de este tiempo puede caer en la sumisión como cayó la alemana de los años treinta. Pero muchas de las cosas que están pasando desde que el país está en manos de la derecha manejada por varios analfabetos políticos, comenzando por el presidente, muchas de esas cosas, decíamos, son inquietantes.

 

Lo que ha vivido la ciudad de Santa Rosa en las pocas horas que estuvo el presidente Macri en el marco de la campaña electoral, son algo más que síntomas del creciente retroceso institucional que se advierte en la Argentina desde que el poder está en manos de Cambiemos.

 

La criminalización de la protesta social sumó en esta tierra otras dos víctimas. La primera de ellas fue el mapuche Alejandro Nahuel, quien fue golpeado después de haber interrumpido el discurso de Macri para preguntarle por los derechos de los pueblos originarios y por Santiago Maldonado.

 

Integrantes de la custodia presidencial entre ellos el ex agente de policía pampeano Julián Giménez, exonerado por el acuartelamiento de esa fuerza de seguridad, golpearon brutalmente a Nahuel, quien posteriormente hizo la denuncia en sede judicial.

 

La golpiza que recibió Nahuel le fue propinada a escasos metros del estrado desde donde el presidente hablaba de derechos, libertades y garantías de igualdad para todos los habitantes y cerraba el capítulo con el clásico "sí, se puede" repetido por los asistentes que debieron acreditarse para asistir al acto.

 

En el segundo caso, el elegido fue el profesor universitario Aníbal Prina, acusado de haber participado junto a un grupo de ciudadanos que arrojaron huevos al vehículo en el que viajaba el presidente Macri desde el aeropuerto al centro de la capital pampeana.

 

Prina fue detenido en el predio universitario de Agronomía por efectivos de la Policía Federal que ingresaron al lugar y lo privaron de su libertad sin orden judicial, requisito que llegó después de su detención.

 

¿Se puede ingresar a una universidad sin orden judicial?

 

No se debe, pero cuando se gobierna al margen de la ley, sí, se puede.

 

Lo más extraño de todo es que Gustavo Fernández, decano de la Facultad de Agronomía, y la vicedecana Ana María Urioste en lugar de repudiar la irrupción de la policía sin orden judicial y la arbitraria detención de Prina, se lavaron las manos al mejor estilo Pilatos diciendo que "el accionar de cada miembro de la comunidad universitaria fuera del ámbito institucional es responsabilidad de cada ciudadano".

 

Hacer hincapié en lo que Prina podía hacer o dejar de hacer como ciudadano fuera del ámbito de la Universidad no era el eje de lo ocurrido. Lo más importante de todo -omitido por el decano y la vicedecana- era la violación a la autonomía universitaria que hizo la policía con su ingreso sin orden escrita por un juez, como determina la ley.

 

En el delito cometido por la policía hubo otro actor, el principal responsable. Se llama Facundo Cubas y es el juez que transmitió verbalmente la orden de ingreso de los policías federales al predio de la Universidad.

 

Quienes quieran saber algo más sobre este magistrado, pueden leer lo que publicó Raquel Barabaschi en su muro y lo que sumó la periodista Cintia Alcaraz en Radio kermess.

 

Otro que se hizo el distraído fue el gobernador Verna al repudiar a los que arrojaron huevos contra Macri sin decir una palabra por la violación a la autonomía universitaria y por lo que le ocurrió al docente encarcelado.

 

Ya en sede judicial, Aníbal Prina, quien no oculta su identidad política justicialista pero que disiente con los caudillos Rubén Marín y Carlos Verna, declaró que él no había arrojado huevos al vehículo presidencial, aunque admitió que estaba en el grupo que manifestaba sus críticas dirigidas al presidente.

 

El caso desató una controversia entre quienes sostienen que arrojar huevos sobre un automotor ocupado por personas es un delito y los que entienden que se trata de una simple contravención.

 

Lo que no se puede comparar son los huevos de gallina con las balas de plomo que descargan los gendarmes y policías sobre cuerpos humanos.

 

Horas después de haber ocurrido los hechos, Patricia Bullrich difundió en su cuenta twitter un mensaje que confirma el nivel de irresponsabilidad con el que maneja la seguridad pública:
"Detuvimos al agresor del presidente Mauricio Macri, Aníbal Prina, profesor y patotero" deslizó la ministra que desde hace dos largos meses viene ocultando la suerte corrida por Santiago Maldonado, víctima de desaparición forzada a manos de Gendarmería con la participación directa de Pablo Noceti, su jefe de gabinete y de su propia complicidad en el ocultamiento de la verdad.

 

¿Se puede manipular la realidad con tanta desfachatez? ¿Se puede mentir todo el tiempo con tanto desparpajo? ¿Se pueden violar las leyes tan impunemente?

 

Si los principios democráticos y republicanos y el estado de derecho estuviesen por encima de todo, semejantes atropellos no existirían.

 

Pero cuando los que gobiernan dan la espalda a esos principios y se manejan como patrones de estancia… sí, se puede.