Abajo las armas
Por Juan Carlos Martínez
“¿De qué sirve la victoria a los pobres muertos, a los mutilados, a las viudas, a las madres desoladas?”.
Estas preguntas se las planteaba la condesa Bertha Von Suttner en su libro Abajo las armas, un alegato antibelicista escrito en medio de conflictos armados en Europa entre 1859 y 1871.
Por aquellos años no era fácil, mucho menos para una mujer, oponerse a las guerras y mostrar sin eufemismos su vocación pacifista.
Abajo las armas sigue siendo el grito de quienes consideramos que la guerra, como diría Alberdi, es un crimen.
Las armas no sólo se emplean en las guerras. También se las emplea en tiempos de paz como herramienta de “persuasión” por parte de las fuerzas estatales.
Einstein decía que la paz no se consigue por la fuerza sino por el entendimiento.
Pero el entendimiento entre los seres humanos se aleja cada vez más porque el mundo habla en el lenguaje de las armas.
Prevalece, aún, aquella falaz máxima belicista que dice…”si quieres la paz, prepárate para la guerra”.
Desde el final de la II Guerra Mundial las armas continúan hablando bajo el estímulo de los fabricantes de esos instrumentos de destrucción y muerte.
Los cientos y cientos acuerdos de paz firmados entre países en conflicto no han servido para establecer la paz y así las guerras llamadas de baja intensidad siguen estallando en distintos lugares del planeta.
Estados Unidos sigue siendo un país belicista que invade territorios en nombre de la libertad, un eslogan que utiliza para ocultar los verdaderos fines que persigue la primera potencia mundial: sus indisimuladas ansias de dominio.
Puertas adentro, Estados Unidos estimula la cultura de justicia por mano propia a través de la indiscriminada venta de armas.
El acceso a las armas no tiene límites. En cualquier hogar –salvo en los de una minoría racional- podrán faltar libros, pero
no armas.
El criminal ataque desatado por un enajenado mental contra una multitud que participaba en un festival musical, viene a confirmar lo que hemos dicho más arriba: comprar armas en ese país es tan sencillo como comprar un paquete de cigarrillos.
El hombre que mató a más de medio centenar de personas e hirió a decenas de ellas, utilizó una ametralladora y eso le permitió sembrar muerte en muy pocos minutos.
La facilidad con la que los ciudadanos norteamericanos pueden acceder a un arma forma parte de la cultura de la violencia que existe en ese país desde hace mucho tiempo. Una cultura que baja de las alturas del poder político, ahora con el estímulo de un presidente belicista que ha dicho que Estados Unidos está en condiciones de destruir a un país entero como Corea del Norte.
Lo que no ha advertido Donald Trump y quienes comparten la pedagogía de armarse para hacer justicia por mano propia – sea en casa o en casa ajena- es el riesgo de extinción que corre la humanidad con estas políticas de destrucción y muerte.
Si la condesa Bertha Von Suttner viviera, seguramente que insistiría en repetir su desesperado grito. Un grito que compartimos quienes no renunciamos a vivir en un mundo civilizado: ¡ABAJO LAS ARMAS!