Los angelitos de Marín
Por Juan Carlos Martínez
Si Rubén Marín tuviera que escribir la historia de La Pampa seguramente que aquellos que no la vivieron sentirían envidia por quienes tuvieron la suerte de habitar en el oasis pampeano en un tiempo de tanta bonanza.
“La Provincia siempre tuvo un Poder Judicial bueno”, sostuvo el hombre que saltó sin escalas del neoliberalismo menemista al campo nacional y popular kirchnerista.
Al decir siempre, se sobreentiende que en todas las épocas –incluida la de la dictadura cívico-militar-clerical- los jueces y fiscales fueron la mejor garantía de nuestros derechos individuales y colectivos. Todo un milagro.
El mentor de la isla pampeana que en tiempos del genocida Camps ayudó a fichar zurdos junto con su padrino político Carlos Aragonés se ha convertido en el defensor de oficio de los jueces y fiscales de la corporación judicial que armó para manejar a su antojo a los señores y señoras de toga.
Una manera nada sutil de defender su altísima responsabilidad en la degradación político-judicial que, con las excepciones del caso, garantizó el mayor ciclo de corrupción en la provincia que gobernó durante cuatro períodos.
Producto de esa descomposición son los funcionarios de distintos niveles y jerarquías que quedaron envueltos en una ola de chanchullos y aunque muchos de ellos todavía gozan de impunidad, varios ya fueron condenados y otros están cerca del banquillo.
Pero Marín los sigue ponderando como si los delitos que cometieron fueran simples travesuras de niños. El espíritu piadoso del jefe se puede entender fácilmente: él no está en condiciones de condenar a ninguno de sus colaboradores porque cualquiera de ellos podría recordarle que hubo varios invitados al festín de la corrupción.
“Nunca hablé con un juez”, dijo sin inmutarse subestimando de esa manera la memoria de aquellos secretarios de los tribunales que con toda premura le alcanzaban el tubo del teléfono al juez cada vez que Marín les marcaba el camino por el que debían transitar.
La otra vía para contactar a los jueces era su socio en el estudio jurídico y actual diputado César “Indio” Ballari, cuya sola presencia en los tribunales de Pico constituía todo un mensaje directo para el juez que tenía en sus manos alguna causa sensible al interés del poder político.
No es casual que haya sido el mismo Ballari el que llevó la voz cantante en la Legislatura para defender al procurador Mario Bongianino en el caso de Sofía Viale, la niña secuestrada, violada y asesinada en General Pico.
“El Poder Judicial tendrá aciertos y errores, pero no podría indicar una falla moral ni ética de ningún integrante”, sostuvo en otro momento de sus declaraciones a El Diario de La Pampa como si no existieran antecedentes sobre el mal desempeño de jueces y fiscales que hoy están en la picota justamente por incapacidad, falta de moral y ética en el desempeño de sus funciones.
Marín trató de mezclar el sentimiento popular que palpita en un amplio sector de la sociedad hacia el peronismo con las causas por las cuales varios de sus colaboradores están sospechados, acusados o condenados por la comisión de actos de corrupción en el ejercicio de la función pública.
“Para algunos, si es peronista tiene que ser condenado” sostuvo tratando de victimizarse poniendo como escudo una cuestión ideológica para defender a quienes se apropiaron de dineros públicos para enriquecerse.
Los angelitos de Marín no son otra cosa que delincuentes.