Lenguaje macartista
Por Juan Carlos Martínez
A finales de la II Guerra Mundial, en los Estados Unidos se desencadenó una sistemática campaña de denuncias y acusaciones ideológicas contra personas sospechadas de ser comunistas.
El artífice de aquella campaña fue el senador Joseph McCarthy y desde entonces a este tipo de acciones se les conoce como macartismo o caza de brujas, como las identificó el dramaturgo Arthur Miller en su obra "Las brujas de Salem".
El nivel de intolerancia llegó a tal extremo que los acusados de ser comunistas tenían que demostrar que no lo eran, de modo que la presunción de inocencia fue reemplazada por la presunción de culpabilidad.
Si el acusado reconocía su "culpa", podía lavarla delatando a sus camaradas. O sea, asumiendo el triste papel de buchón.
No debe haber cosa más absurda que calificar de delito a una ideología. Que es como pretender encarcelar el pensamiento.
En la Argentina el lenguaje macartista ha sido la herramienta predilecta de los cazadores de brujas, una especie que ha reaparecido en el escenario nacional favorecida por un gobierno que ha creado nuevos enemigos internos para perseguir a sus disidentes y justificar el uso de la fuerza represiva al margen de las leyes, la Constitución y los tratados internacionales.
A los zurdos, trapos rojos o comunistas se ha sumado el "terrorista mapuche", el nuevo enemigo interno creado por el gobierno de Cambiemos para proteger a los usurpadores de buena parte de la Patagonia.
Se repite, de alguna manera, la llamada "campaña del desierto" encabezada por el genocida Roca, ahora con la Gendarmería al frente de las operaciones abriendo caminos a golpes y balas contra quienes reclaman las tierras que les fueron robadas.
Ni siquiera tienen derecho a malvivir en miserables viviendas: ahora los inquisidores de turno se las queman.
¿El paso siguiente será mandarlos a la hoguera?
La desaparición forzada de Santiago Maldonado forma parte de la estrategia oficial para sembrar miedo en la comunidad mapuche, desalentar sus reclamos y dejar libre el camino para que los Benetton y los Lewis sigan enarbolando las banderas de triunfo de la nueva colonización.
Todo se hace con el uso de un lenguaje macartista recogido por los grandes medios de comunicación y repetido por buena parte de la sociedad, presa de una nociva campaña de acción psicológica.
En ese clima reaparecen voces que vuelven a mirar a los cuarteles como en tiempos no muy lejanos, cuando en nombre del orden de las bayonetas y la paz de los cementerios reclamaban la militarización del país.
Eso es lo que acaba de reclamar el senador Miguel Picheto, cuya sugerencia debería ser suficiente causa para someterlo a juicio político y despojarlo de la banca en la cámara alta.
Si el desafío antidemocrático lanzado por Picheto no genera una rápida y contundente respuesta en defensa del sistema democrático, el riesgo de regresar a los peores momentos vividos por la Argentina estará a la vuelta de la esquina.