La mano dura y las urnas

Por Juan Carlos Martínez

 

Es innegable que en la Argentina los partidarios de la mano dura se mantienen en un nivel cuantitativo que no deja de preocupar. Que ese sector permanezca en pie y que siga influyendo en no pocas de las decisiones políticas, multiplica esa preocupación.

 

Si esto ocurre después de las atrocidades que hemos vivido bajo el imperio de la mano dura y criminal de la dictadura ¿qué factores han incidido para que en más de tres décadas de democracia importantes sectores de la sociedad sigan cautivados por el empleo de la mano dura?

 

Lo más grave de esta realidad es cuando desde el poder político se alimenta la idea fascista de poner orden a garrotazo limpio matizado con balas de goma mezcladas con balas de plomo.
Es la teoría del orden de las bayonetas y la paz de los cementerios.

 

Todo eso y mucho más se hace sin respetar elementales derechos de las víctimas, que pueden ser hombres, mujeres y hasta niños, pasando por encima de la Constitución y las leyes.

 

En ese marco, los organismos de seguridad están invirtiendo el rol que deben cumplir en un estado de derecho: en lugar de proteger a los ciudadanos, se los persigue.

 

Es el momento en que el miedo se asocia a la mano dura y con esas herramientas el gobierno construye su política de vaciamiento de la democracia.

 

La desaparición forzada de Santiago Maldonado y las brutales represiones que siguieron contra quienes reclaman por su aparición, forman parte de las políticas de mano dura que ha escogido el gobierno de Macri para imponer su plan económico.

 

Por eso, precisamente, le dio la responsabilidad de manejar la seguridad pública a Patricia Bullrich, una mujer de mano dura y el corazón de piedra que aporta un importante caudal de votos de la derecha más conservadora en la que se incluyen sectores del fascismo criollo.

 

La ministra se viste de gendarme y aparece en la foto como quien marcha al frente de un escuadrón de combate, aunque el pecho a las balas lo pongan los que están fuera del imaginario campo de batalla.

 

Como los mapuches, el nuevo enemigo interno creado por el gobierno para defender a los que usurparon las tierras que les pertenecen desde hace cientos y cientos de años.

 

En La Pampa la estrategia del gobierno es la misma con respecto a la permanencia del ministro de Seguridad, el hombre que se ha jactado de participar en la creación del llamado protocolo de seguridad.

 

Carlos Verna también mira de reojo las urnas y por eso protege a Juan Carlos Tierno, un golpeador y torturador de mujeres condenado por abuso de autoridad, un mano dura que tiene un caudal de votos propios y a quien el PJ quiere mantener al menos hasta las elecciones de octubre.

 

Sostener y proteger a funcionarios devotos de la mano dura para alimentar las urnas en tiempos de elecciones no es otra cosa que aumentar el nivel de degradación por el que transita la democracia en la Argentina.