Que el hilo no se corte por lo más delgado
Por Juan Carlos Martínez
Por estas horas el gobierno se encuentra en un callejón sin salida. O, mejor dicho, tratando de encontrar la salida del callejón en el que se internó para ocultar el rosario de mentiras que utilizó en el caso de la desaparición forzada de Santiago Maldonado.
Abrumado por los testimonios y las pruebas que desde el principio apuntaban a Gendarmería como responsable del hecho, no tuvo más remedio que cambiar el discurso de ocultamiento armado desde lo más alto del poder político en connivencia con los grandes medios de comunicación.
El giro dado por el gobierno a más de un mes de lo ocurrido no lo libera en absoluto de su única y exclusiva responsabilidad en la desaparición forzada de Maldonado.
Y a ese objetivo apunta el fiscal Federico Delgado al decidir investigar a funcionarios del gobierno y de Gendarmería junto con un pedido al Poder Ejecutivo para que informe las medidas adoptadas para encontrar a Maldonado.
¿Qué atajos buscará el gobierno para zafar de semejante encrucijada?
Ante fuertes indicios de su participación directa en un delito considerado de lesa humanidad, y conociendo el desprecio del que hace gala el gobierno en torno de las leyes y los tratados internacionales, surgen no pocas dudas y sospechas sobre los instrumentos que utilizará para defenderse.
Que el presidente haya confirmado a la ministra Patricia Bullrich en su cargo, que ésta ponga las manos en el fuego por Gendarmería y que el jefe de Gabinete, Marcos Peña, diga que serán implacables con quienes pudieran haberse excedido en la represión, no es otra cosa que preparar el terreno para invertir el orden de responsabilidades.
Si esta hipótesis se diera, estaríamos frente a una suerte de ley de obediencia debida al revés de la que se aplicó en 1987, cuando se liberó a quienes habían torturado o asesinado bajo el falaz argumento de que obedecían órdenes de sus superiores, que sí fueron condenados por mandar a otros a cometer tan aberrantes delitos.
A lo mejor lo que nos induce a imaginar este escenario está impulsado por un excesivo nivel de suspicacias de nuestra parte, pero el temor es que el peso de la responsabilidad por la desaparición forzada de Santiago Maldonado caiga sobre un par de chivos expiatorios.
Ojalá que el hilo no se corte por lo más delgado.