El Monstruo
Por Juan Carlos Martínez / Foto: Adrián Pascual
Una de las estrategias de los abogados defensores de asesinos, torturadores, violadores y apropiadores de niños es la de pretender encuadrar esas atrocidades como acciones políticas.
Por eso es que tratan de convencer a los jueces que sus defendidos son presos políticos como si el terrorismo de Estado y la política fueran la misma cosa.
Cuesta creer que las personas que han pasado por las facultades de Derecho hagan semejantes planteos sin inmutarse y que sean capaces de seguir colocando a las víctimas en un mismo plano que el de los victimarios.
O, como ha dicho la gendarme Patricia Bullrich, los demonios no eran tan demonios ni los ángeles eran tan ángeles.
O sea que los Etchecolatz y los Baraldini no eran tan demonios ni los asesinados ni las mujeres torturadas y violadas ni los niños robados eran tan ángeles.
Esta perversa teoría la vienen sosteniendo los genocidas desde el primer juicio a las Juntas pese a que el fallo que los condenó demostró –y así lo dijo- que se trató de un plan criminal al que luego se agregó la figura de genocidio.
Sostener, como ha sostenido el abogado defensor de Baraldini que en La Pampa no hubo muertos ni desaparecidos para eximir de culpas a este monstruo es un disparate mayúsculo que sólo puede salir de boca de un analfabeto jurídico o de alguien que ha sido cooptado por la cultura militar transmitida por su suegro.
Todo cuanto ocurrió en La Pampa durante el terrorismo de Estado no tuvo nada que ver con la política. Son delitos de lesa humanidad y el hecho de que algún medio periodístico en su momento haya tenido expresiones lisonjeras para Baraldini, no sirve como atenuante.
Para que se entienda mejor: el monstruo sigue siendo un monstruo.