El reino de la desfachatez

Por Juan Carlos Martínez

 

Según la Real Academia Española, la palabra desfachatez es de origen femenino.

 

Se dice desfachatado o desfachatada a la persona que obra o habla con excesiva desvergüenza y falta de respeto.

 

La desfachatez se ha hecho presente en la Argentina a través del lenguaje oficial.

 

Desde Macri para abajo, la desfachatez aparece en los discursos, en los comentarios y en las reflexiones que los burócratas emplean para justificar las barbaridades que cotidianamente cometen sin que se les mueva un pelo.

 

En nombre de la República, su desfachatez le permite designar jueces de la Corte Suprema por decreto, desconocer la Constitución y los acuerdos internacionales, pasar por encima leyes dictadas por el Congreso y desatar una caza de brujas contra jueces y fiscales que no le son funcionales.

 

En nombre de la transparencia el corrupto mayor habla de combatir la corrupción mientras tiene millones de dólares en paraísos fiscales, oculta datos sobre sus bienes, hace pingües negocios con el Estado y protege a los de su misma calaña.

 

En ese contexto, el republicano presidente anuncia, sin inmutarse, que está dispuesto a terminar con las mafias mientras un alto funcionario de gobierno registra la nada envidiable condena por su participación en un secuestro extorsivo.

 

En nombre de la democracia, la libertad y los derechos humanos, se ha producido la desaparición forzada de Santiago Maldonado por parte de Gendarmería en cumplimiento de órdenes impartidas por el ministerio de Seguridad y con la personal presencia de Pablo Noceti, un abogado defensor de genocidas, actual del jefe de gabinete de Patricia Bullrich.

 

Sin embargo, la desfachatez de Bullrich pretende cambiar el rol del Estado responsable de la desaparición de Maldonado por el de investigador mientras por distintas vías siembra dudas sobre la víctima y como ocurría en tiempos de la sangrienta dictadura todo aquel que disiente con sus políticas es subversivo, terrorista o guerrillero.

 

El colmo de la desfachatez oficial se produjo cuando la gendarme Bullrich le propuso a los organismos de Derechos Humanos participar junto al gobierno en la búsqueda de Santiago.

 

Increíble pero cierto: el desaparecedor de Maldonado se compromete a buscar a su propio desaparecido.

 

Es como si se le encargara a Etchecolatz la búsqueda de Julio López.

 

Mal que nos pese, vivimos en el reino de la desfachatez.