Sin memoria y sin vergüenza

Muchas cosas pierde el hombre
que a veces las vuelve a hallar
pero les debo enseñar
y es bueno que lo recuerden:
si la vergüenza se pierde
jamás se vuelve a encontrar

(Martín Fierro)



Por Juan Carlos Martínez
“Les recuerdo que nunca fui funcionario de un gobierno militar”-
El mensaje de Carlos Verna tenía un destinatario: el entonces gobernador Oscar Mario Jorge, uno de los civiles que colaboraron con la dictadura cívico-militar-clerical, en su caso como funcionario del Banco de La Pampa.
Verna y Jorge fueron, a partir de 1983, funcionarios de gobiernos justicialistas y hasta no hace mucho (hasta ayer, podría decirse) transitaron por el mismo andarivel político en aparente armonía.
O sea, que Verna conoce la historia política de Jorge de la misma manera que Jorge conoce la de Verna, además de los pecados que uno y otro llevan sobre sus espaldas.
Que Verna haya sacado de la manga el dato sobre los vínculos de Jorge con la dictadura pone de relieve dos atributos que lo distinguen: cinismo y oportunismo político.
Para colaborar con la dictadura no era necesario ni fundamental ser funcionario público. Miles y miles de civiles lo hicieron desde otros ámbitos y de múltiples maneras.
Empresarios que brindaban sus instalaciones para confinar personas detenidas, periodistas convertidos en instrumentos de la manipulación y el ocultamiento informativo, dirigentes sindicales que le hablaban a los trabajadores con el lenguaje castrense, políticos que se reunían con los militares que habían cerrado las urnas, religiosos que fortalecían espiritualmente a genocidas, buchones que se sentían realizados cada vez que entregaban listas de personas seleccionadas por su calificación ideológica.
El mismísimo Verna tiene como colaborador en las sombras a Carlos Aragonés, el buchón que se reunía con el genocida Camps para pasarle la nómina de los zurdos.
El mismísimo Verna sabe que su enemigo íntimo Rubén Marín, está sospechado y acusado de haber participado en la confección de la lista negra que Camps recibió en mano.
El mismísimo Verna sabe que en 1977 Marín defendió a una patota dirigida por un militar que llegó a Victorica para extorsionar al arrendatario de un campo.
El mismísimo Verna, siendo funcionario de la democracia, utilizó los servicios de un represor para repartir pensiones, jubilaciones y otras dádivas con dineros extraídos del Senado de las coimas.
Ese juego pendular que utiliza Verna en su estrategia de andar bien con Dios y con el diablo al mismo tiempo, ahora lo incluye a su ministro de Seguridad, el hombre de confianza que tiene Patricia Bullrich en La Pampa a partir de la participación de Juan Carlos Tierno en la creación del Protocolo de Seguridad, esa herramienta que legaliza el uso del garrote y las balas para reprimir cualquier manifestación contraria a los intereses del gobierno de Cambiemos.
El doble juego de Verna está clarísimo. Después de haber apostado a Macri en todo, desde que los vientos del humor social cambiaron de rumbo, se presenta con indumentaria de opositor, pero lo mantiene a Tierno en su gabinete como rueda de auxilio para que no le cierren la puerta de acceso a la Rosada.
Otro atajo para lavar sus pecados lo ha encontrado en las ausentes aguas del Atuel, el nuevo caballito de batalla que le sirve para decir que defiende los intereses de La Pampa como si La Pampa hubiese salido indemne de las esquirlas de la bomba que le ayudó a armar a Macri.
El precio de andar por la vida sin memoria y sin vergüenza, tarde o temprano se paga.