Deshumanizados

Por Juan Carlos Martínez / Foto: El Diario de La Pampa

 

Pareciera que el nivel de deshumanización al que asistimos no tiene límites.

 

Hemos dejado de ser ciudadanos para convertirnos en consumidores.

 

Vivimos en un gran mercado donde todo tiene precio.

 

Se venden y se compran hasta las ideas.

 

La deshumanización ha echado raíces en nuestras conciencias. Se nos ha quitado nuestra propia identidad.

 

Hemos pasado a ser números.

 

Objetos descartables.

 

Seres anónimos.

 

En la cola de los bancos se nos llama por un número.

 

Como a los presos.

 

En tiempos de la dictadura los hombres y mujeres confinados en los campos clandestinos llevaban sobre sus espaldas un número.

 

La despersonalización era la segunda forma de desaparecer.

 

La segunda manera de atormentar a las víctimas.

 

A la tortura física seguía la tortura psicológica.

 

Aquellos tormentos los resumió Jacobo Timerman en su libro Preso sin nombre, cárcel sin número.

 

La respuesta que dio el genocida Videla cuando la preguntaron por los desaparecidos ha quedado grabada en la memoria colectiva como uno de los más claros símbolos de crueldad y deshumanización. 

 

"…Frente al desaparecido en tanto esté como tal, es una incógnita. Si el hombre apareciera, tendría un tratamiento X y si la aparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento, tiene un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está… ni muerto ni vivo, está desaparecido".

 

Una pregunta: ¿Hemos perdido el sentido humano de la vida? ¿Nuestros semejantes son personas o son números? ¿Tienen nombre y apellido o son incógnitas?
Todo viene a cuento a propósito de la forma en que dos funcionarios del municipio de Santa Rosa acaban de identificar a las personas que se dedican a lavar automotores en la vía pública como "trapitos".

 

¿No es una forma de rotular despectivamente a esas personas para despersonalizarlas e invisibilizarlas y ocultar el problema de fondo que viven por la falta de un trabajo estable?

 

¿El "trapito" es un objeto, una cosa?

 

¿No se entiende que detrás de los "trapitos" hay personas, seres humanos que se ganan como pueden el pan de cada día o quizás de cada tanto?

 

Los "trapitos" y los miles y miles de hombres y mujeres que no tienen trabajo son los nuevos desaparecidos.

 

Desaparecieron del mercado laboral.

 

Desaparecieron de las obras sociales.

 

Desaparecieron de las cajas jubilatorias.

 

Desaparecieron de las universidades.

 

Desaparecieron de las librerías.

 

Desaparecieron de los teatros.

 

Desaparecieron del consumo.

 

Desaparecieron de los sueños.

 

Desaparecieron del futuro.

 

Cruel paradoja la que genera el sistema capitalista: los pobres no pueden lavar autos para sobrevivir pero los ricos, el presidente Macri incluido, pueden lavar fortunas mal habidas en los paraísos fiscales.

 

Claros ejemplos de la irrefrenable deshumanización de la vida.