Los malos y los buenos

Por Juan Carlos Martínez

 

El fallido despido de Maximiliano Corroinca, el joven abogado que se desempeñaba como contratado en el área de la Niñez y Adolescencia, forma parte de la nueva teoría conocida como si pasa, pasa.

 

Es uno de los tantos globos de ensayo que se vienen produciendo en todo el país, especialmente en el ámbito estatal.

 

Primero se toman medidas de máxima para mensurar la reacción de la sociedad y, según sean las respuestas, serán las decisiones oficiales posteriores.

 

El ejemplo más resonante se produjo con el fallo de la Corte sobre la aplicación del dos por uno en favor de los condenados por delitos de lesa humanidad.

 

Si pasa, pasa.

 

No pasó merced al multitudinario rechazo que se produjo en todo el país junto a la repercusión internacional que provocó el aberrante fallo de tres de los cinco jueces del máximo tribunal.

 

Tan contundente fueron las reacciones que hasta el propio Macri, en uno de sus habituales gestos de hipocresía, dijo que nunca había estado a favor del dos por uno después de haberlo impulsado como buen nostálgico de la dictadura.

 

Los malos y los buenos era una estrategia que existía en los centros de tortura en tiempos del terrorismo de Estado.

 

El malo era quien aplicaba la picana eléctrica y el bueno era el médico que aparecía en medio de los tormentos cuando la resistencia de la víctima estaba a punto de agotarse.

 

El médico “bueno” hablaba con la víctima, le alcanzaba un vaso de agua y le daba algunos consejos para evitar el peor desenlace en la próxima sesión de tortura.

 

Lo mismo hacían algunos curas “buenos” que aparecían en medio del tormento llevando ayuda espiritual a la víctima agregando el cristiano consejo de cantar lo que sabía para no seguir el mismo camino que otros, es decir, la muerte.

 

Ese cura “bueno” era el mismo que después le llevaba tranquilidad espiritual al torturador con la promesa de salvar su alma.

 

Salvando la distancias, el caso Corroinca se inscribe en esos ensayos del si pasa pasa con la participación de malos y de buenos. Algo que le sirvió al gobierno de Verna para no aparecer como el intolerante que no soporta que en un organismo del Estado encuentre espacio un abogado como Maximiliano Corroinco, de firmes y públicas convicciones democráticas, un joven comprometido con la defensa de los derechos humanos.

 

En el si pasa pasa, el malo de la película fue Juan Pablo Bonino, el subsecretario de Desarrollo Social, quien encendió la mecha al anunciar que a Corroinca no se le renovaría el contrato que vencía en junio.

 

Otro que se incluyó en la galería de los buenos fue Marcelo Pedehontaá, subsecretario de Trabajo, cuya presunta sensibilidad contrasta con los impiadosos despidos de trabajadores que se están produciendo en todo el país, La Pampa incluida.

 

La buena también es Fernanda Alonso, la titular de ese ministerio, quien desautorizó y revió la medida anunciaba por Bonino.

 

Fuera de la escena quedó Tierno, el ministro golpeador y torturador de mujeres, principal promotor del frustrado intento de despedir a Maximiliano.

 

Y el titiritero Verna, como siempre actuando entre bambalinas.

 

Lo mejor de esta historia fue la reacción solidaria que ha recibido un profesional como Corroinco, dotado de las mejores virtudes profesionales y humanas.

 

Esta vez el si pasa pasa no pasó. Y no porque en este gobierno haya más buenos que malos sino porque la reacción popular fue la que evitó una de las tantas injusticias que se cometen a diario.

 

Conclusión: que los buenos son lobos con piel de cordero y los malos son lobos sin disfraces.