El vandálico ataque a Radio Kermés: alimentados por el odio

Por Juan Carlos Martínez

 

Los salvajes que ocasionaron destrozos en las instalaciones de Radiokermess no nacieron de un repollo ni resolvieron el ataque después de haber bebido unas copas demás.

 

Es más que probable que antes de llegar a los hechos maduraron en un clima que los preparó psicológicamente para cometer semejante acto de vandalismo.

 

Como bien ha dicho recientemente el sicoanalista Jorge Alemán, "el neoliberalismo resuelve una diferencia muy característica del marxismo, la diferencia entre infraestructura y superestructura porque en el neoliberalismo juegan determinaciones como el odio, el racismo y la segregación, que son tan importantes como las determinaciones de clase".

 

En ese marco interpretativo, es posible que los atacantes a esta radio comunitaria ni siquiera hayan escuchado los contenidos que se emiten por esa emisora.

 

Pero sí deben haber llegado a sus oídos esos comentarios cargados de odio que el sistema descarga diariamente contra personas e instituciones que no le son funcionales.

 

Algo habrán hecho, por algo será, se robaron todo, zurdos de mierda, hay que matarlos a todos...

 

El odio, el racismo y la segregación de las que habla Alemán se manifiesta cotidianamente a través de los mensajes que difunden los medios de comunicación funcionales al sistema y se complementan con la actuación no menos salvaje de una policía dirigida por un psicópata protegido por los tres poderes del Estado, preparada para perseguir, detener y golpear sin causa y sin piedad a hombres, mujeres y niños.

 

El odio, el miedo y la impunidad se dan la mano.

 

Si estos atropellos se hacen a cualquier hora del día y ante la vista de todo el mundo, ¿qué no harán al amparo de las sombras de la noche los que se nutren de los atropellos que ofrece una policía que no está para proteger sino para perseguir a los ciudadanos?

 

El ataque a la emisora que transmite desde sus estudios instalados en Toay es un hecho de gravísimas características. No sólo porque el blanco elegido es un medio de comunicación que ejerce sin ataduras la libertad de expresión en una línea editorial crítica que molesta a muchos, especialmente al poder político.

 

Es grave porque entre los periodistas que trabajan en ese medio hay dos que anteriormente han recibido agresiones personales en las que el poder político no ha sido ajeno.

 

El primer caso fue el del periodista Juan Pablo Gavazza, quien hace unos años fue agredido físicamente mientras cubría el desarrollo de un congreso del Partido Justicialista en Victorica.

 

Antes de que los agresores consumaran el ataque, el mismísimo Rubén Marín, entonces gobernador, había expresado descarnadamente su intolerancia dirigida al periodismo crítico.

 

La víctima del segundo ataque personal, ocurrido no hace mucho, fue la periodista del mismo medio, Cintia Alcaraz, detenida en la vía pública mientras cumplía con su tarea profesional.

 

Cintia fue despojada de su celular, introducida en un patrullero y trasladada a una dependencia policial sin orden judicial y allí permaneció tres horas privada ilegalmente de su libertad.

 

Los ataques a periodistas en La Pampa no son nuevos, pero que el blanco elegido en esta oportunidad haya sido otro medio crítico del poder, es una clara señal de alarma para quienes no estamos dispuestos a arriar las banderas de la libertad de expresión.

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