Del overol al frac
Por Juan Carlos Martínez
La historia obrera mundial está escrita con sangre, sudor y lágrimas. Fueron los mártires de Chicago los que pagaron con sus vidas la lucha contra la explotación laboral. Aquel sacrificio no fue en vano, aunque siguió costando millones de vidas humanas.
En la Argentina el camino para acceder a los derechos de los trabajadores también está regado con sangre de hombres y mujeres.
Las primeras banderas de lucha la enarbolaron los anarquistas a los que se sumaron socialistas y comunistas y otras corrientes de izquierda.
El acceso del peronismo al poder abrió nuevos caminos hacia la conquista de los derechos negados por la burguesía nacional.
Del peronismo surgieron dirigentes sindicales que mantuvieron en alto aquellas banderas.
También los miserables que las arriaron y le dieron la espalda a la lucha de los trabajadores en demanda de sus legítimos derechos.
El divorcio entre la dirigencia sindical que hoy está al frente de la CGT y otras organizaciones gremiales con la masa trabajadora se vio en vivo y en directo en el multitudinario acto del lunes en Buenos Aires y en el resto del país.
Fue la más clara demostración de las distancias que separan a unos de otros.
Dirigentes que han amasado enormes fortunas hasta convertirse en los nuevos ricos de la Argentina mientras la mayoría de los trabajadores han perdido elementales derechos que conciernen a su dignidad como personas.
Para ellos, menos trabajo, menos pan, menos salud, menos educación.
Para los otros más dinero, más lujos, más corrupción.
La complicidad de esa dirigencia con el poder político de turno no es nueva. La ejercieron con la sangrienta dictadura, luego con todos los gobiernos civiles que sucedieron a los militares, especialmente con el menemismo y ahora con un gobierno que maneja el país como se maneja una gran empresa cuyo fin supremo es el lucro que comparte con sus accionistas.
Gobierno de empresarios para los empresarios. Gobierno de ricos para los ricos.
La degradación de esa dirigencia quedó más en evidencia durante la visita de Macri a España, más precisamente en la fiesta de gala que la corrupta monarquía le ofreció al rey argentino sin corona.
Allí estaba el Momo Venegas, uno de los más encumbrados dirigentes sindicales de la misma calaña, representante –vaya paradoja- de los hombres de bombacha y alpargatas, vestido de frak como si se tratara de un integrante más de la familia real.
En medio de tanta descomposición ética y moral, por la mente de muchos argentinos emergió la imagen de Agustín Tosco, un auténtico dirigente sindical que jamás hubiese cambiado el overol por el frak.