Murió Carla Artés: "nieta de hierro": "Lo único que nos queda es que la memoria siga viva"
“Hay muchas lagunas en nuestra vida; y la vida continúa. Es fundamental que las generaciones actuales conozcan lo que pasó, que se expanda la más absoluta verdad. Lo único que nos queda es que la memoria siga viva. Los que faltan necesitan tener voz y esas voces tienen que ser las nuestras”. La que soltó esa frase, en Santa Rosa (La Pampa), fue Carla Artés, fallecida en las últimas horas.
Es una nieta de hierro: su historia, la de su abuela Sacha, y en su representación otras miles de historias, la contó mejor que nadie Juan Carlos Martínez en su libro "La Abuela de Hierro". Para no perder la memoria en medio del dolor por la muerte de Carla, refrescamos una crónica de aquel octubre de 2012, cuando Martínez y Carla estuvieron en la UNLPam presentando una segunda edición de aquella obra.
Si en este espacio lo que buscamos es que pasen cosas, vaya si pasaron cosas el último viernes. Con la excusa de la presentación de la segunda edición del libro "La Abuela de Hierro", de Juan Carlos Martínez, se dispararon emociones e ideas.
En la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas, con la organización de El Ágora -una asociación civil de la que formamos parte algunos de los integrantes de Kermés- el encuentro resultó, tal como lo describieron los integrantes del lujoso panel, un triunfo de la Memoria y del amor, por sobre el olvido y el odio.
Una de las ideas más claras que quedó flotando es la de la necesidad de insistir, en todo ámbito, con la enseñanza de que el terrorismo de Estado y sus consecuencias no son el pasado, sino un proceso que nos atraviesa a todos, incluso a aquellos que reniegan del hecho de “revolver el pasado”, como resumió el joven fiscal bahiense Abel Córdoba.
El libro cuenta la historia de Carla Artés -nieta recuperada y presente en el encuentro- y su abuela Matilde Artés, “Sacha”. Un capítulo de esta segunda edición alude a la actualidad. Carla hoy está en pareja con Nicolás Biedma, también hijo de un desaparecido. La madre de ella y el padre de él estuvieron en el mismo centro clandestino: Automotores Orletti. Ellos se conocieron en agosto del año pasado, en ese mismo lugar.
Como resumió Juan Carlos Martínez: “El amor pudo más que el odio y la vida más que la muerte”.
El panel lo integraron, además de Carla y el fiscal Abel Córdoba, Elsa Pavón (Abuelas de Plaza de Mayo, presidente de la Asociación Anahí), Leonel Curutchague (abogado, integrante de la Fundación Liga Argentina por los Derechos Humanos) y Raquel Barabaschi (militante y víctima de la Subzona 14).
Fue también un paso adelante el hecho de que el encuentro se concretara en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas (estuvo el decano Oscar Alpa), un ámbito que hasta no hace mucho tiempo parecía muy cómodo con la idea de que allí reinaran los discursos más retrógrados y originados en la derecha conservadora y que no lucía nada predispuesto a propuestas de este tipo.
El rector de la UNLPam, Sergio Baudino -presente durante todo el acto- se ocupó de dejar en claro que si bien él fue una víctima de la dictadura (estuvo casi dos años detenido de manera ilegal, en La Plata), “no he sido un militante. Quiero hacer un agradecimiento público a quienes sí han militado esa causa. Han sido la locomotora que posibilitó este acto de justicia. Tenemos que lograr que este proceso histórico tenga un paso ulterior: que se haga carne y cultura”.
En relación con ese planteo, no se puede ignorar -por ejemplo- la sugestiva ausencia de estudiantes o docentes de esa misma facultad, quizá un tanto desinteresados en la problemática.
Pero así y todo, desde hace un tiempo no hay dudas de que la problemática de los Derechos Humanos es hoy una causa popular, que ha llegado para quedarse, discutirse y promoverse.
En el caso puntual de La Pampa, la concreción del juicio en el año 2010, con sus limitaciones y alcances, hizo visible estas cuestiones, que encontraron impacto en los medios, en las conversaciones de la calle y tuvieron su correlato didáctico. A nadie se le ocurriría, hoy, repetir ese lugar común antes tan promocionado, según el cual durante la dictadura La Pampa había sido “una isla”.
Ninguna isla
Durante el encuentro, Barabaschi elogió la tarea de Juan Carlos Martínez y reiteró que “durante mucho tiempo a La Pampa se la sostuvo como una isla durante la dictadura, y de ninguna manera fue una isla, ya que hubo 300 ciudadanos detenidos, además de torturados, exiliados, cesanteados o perseguidos”.
Reconoció que en su momento las leyes de impunidad “fueron un espacio de zozobra, luego pudimos retomar la palabra para ocupar espacios y Juan Carlos (Martínez) nos ayudó mucho”. Contó, además, que el juicio de la Subzona 14 “fue sanador; nos sacamos una mochila de encima”.
Leonel Curutchague recordó que la primera edición del libro, en el año ’95, se dio en un contexto de “plena vigencia de la impunidad”. Dijo que la obra fue “una bofetada al poder”, en un tiempo en que -sobre todo- “no había justicia”.
La segunda edición se da en otro contexto: “Es la lucha cristalizada por la Justicia”, definió Curutchague. Remarcó que Martínez fue siempre “un periodista independiente, pero no neutral” y que en su tiempo debió ser “militante y piquetero” porque los planteos que hacía no eran del todo atendidos, cuando los reclamos por los Derechos Humanos eran reivindicados por un sector “minoritario, pero culturalmente no derrotado”.
El asiento de la Memoria
Abel Córdoba recordó que con el nacimiento de la imprenta existió un debate respecto de si la posibilidad de imprimir no haría que se perdiera la memoria humana. Consideró que el libro “La Abuela de Hierro” es “una nueva refutación: los libros son el asiento de la memoria”.
Llamó a advertir los “sentidos no siempre presentes” en torno de la apropiación de niños durante la dictadura. El primer punto es que “fue una apropiación dentro de un plan sistemático, no una ocurrencia casual, sino algo inscripto en el núcleo de la dictadura militar”.
“En cada apropiación hay un sello ideológico, una idea de impedir la relación filial, la tradición; la intención de la apropiación era coartar la tradición política contestataria que desafiaba al orden dictatorial”, añadió.
Por eso no está de acuerdo con la idea de que la apropiación de bebés sea a veces comparada como un “botín de guerra”. La otra dimensión que hizo resaltar el fiscal es que “es ignorante la posición que sostiene que estas cuestiones son revolver el pasado; o es un convencimiento ideológico más grave. Pero hay otro dato: la apropiación, que suena aberrante, la exacerbación de toda maldad, tiene una larga tradición de práctica social que la sociedad argentina ya toleraba”.
Señaló que esa cultura no ha sido erradicada del todo, tal como ocurre con otra firme herencia de la dictadura: la tortura.
No es un punto de llegada
Elsa Pavón, que es la abuela de la primera nieta recuperada, indicó que ese hecho “no fue un punto de llegada, sino el comienzo de una ardua tarea”.
También hizo referencia a la “sociedad acostumbrada al ‘crédito’ y los ‘salvadores’”. Recordó que en su momento, cuando peleaban por los nietos, le sugerían: “¿por qué no los dejan dónde están? A mí me miraban como si fuera una asesina... y ahora escucho este discurso de ‘basta, es el pasado’... pero son los represores los que dicen que no se acuerdan de nada. Nosotros nos acordamos de todo. Ellos se olvidaron, nosotros tenemos memoria”.
Carla Artés comentó su “orfandad”, “que es por la que pasamos todos los que sentimos el robo de nuestra identidad”. Señaló que “los genes que llevo son importantes y tenían que prevalecer ante cualquier cosa”.
“Me ha salvado de muchas cosas ser militante de Derechos Humanos. No me siento víctima, quizá como protección para no sufrir tanto”, contó.
Recordó que 27 años después de su restitución la sentaron enfrente de su apropiador, en el marco del juicio por lo ocurrido en Automotores Orletti.
Confesó que no sabía qué hacer. Pero eligió mirarlo de frente, a los ojos. “Y agachó la cabeza como un perrito”, rememoró. “Tenía el coraje de jactarse de lo que mataba, pero con los suyos... a la hora de estar solo era un cobarde que metía el rabito entre las piernas. A esa gente yo no le tengo amor. Pero tampoco le tengo odio. Es lo que nos diferencia”.
Carla dijo que “hay muchas lagunas en nuestra vida; y la vida continúa. Es fundamental que las generaciones actuales conozcan lo que pasó, que se expanda la más absoluta verdad. Lo único que nos queda es que la memoria siga viva. Los que faltan necesitan tener voz y esas voces tienen que ser las nuestras”.
El cambio
El rector Sergio Baudino dijo que “es una satisfacción que en Económicas se hagan estas actividades. Si bien nosotros para llegar al Rectorado postulamos que era una continuidad y un cambio, en Económicas es sobre todo un cambio, y es realmente un placer compartirlo y vivirlo”.
El decano Oscar Alpa apuntó que la Facultad persigue “una construcción de la memoria, no sólo una formación académica o técnica”.
Raquel Barabaschi también dijo que “en otras épocas era impensado compartir este espacio y este momento para construir la memoria”.
Juan Carlos Martínez aseveró que “es muy grato estar presentando el libro en una universidad pública”.