Un gran comediante

Por Juan Carlos Martínez / Foto: Radio Don, de Eduardo Castex

 

El tipo llevaba un bidón de nafta en un envase de agua mineral. Una sutil manera de esconder sus verdaderas intenciones. Arrojó el líquido sobre el objetivo, encendió un fósforo y en pocos segundos las llamas iluminaron a giorno el espacio.

 

Con la misma velocidad que había provocado el incendio, el tipo se puso la indumentaria de bombero y encabezó el combate contra el siniestro.

 

Todo el mundo sabía que antes de convertirse en bombero, el mismo tipo que combatía el fuego era el que lo había provocado, pero como suele suceder cuando domina la superficialidad en los análisis y la memoria se pierde en los laberintos de la amnesia, mucha gente se olvidó del incendiario y se gastó en lisonjas dirigidas al bombero.

 

Eso es lo que acaba de hacer Carlos Verna al plantarse contra el decreto por el que Macri ha querido borrar de nuestra historia y de nuestra memoria el 24 de marzo.

 

Un año después de haberle ofrecido a Cambiemos todo lo que necesitaba para instalarse en el gobierno y construir los cimientos sobre los que se asienta el nuevo ensayo neoliberal, Verna vuelve a ponerse el traje de bombero cuando las llamas han destruido buena parte de lo que se construyó con sangre, sudor y lágrimas, especialmente en la causa de los Derechos Humanos.

 

Pero bajemos del escenario nacional al de La Pampa y repasemos, aunque sea someramente, el rol que jugaron algunos de los encumbrados dirigentes del justicialismo como Carlos Aragonés, mimado y protegido por Rubén Marín y por el propio Verna pese a que fue uno de los principales delatores que en los tiempos de la dictadura marcó ideológicamente a hombres y mujeres de su mismo partido que luego fueron víctimas de persecuciones, cárcel, torturas y violaciones.

 

Ni Marín, ni Verna ni el PJ pampeano jamás ensayaron una autocrítica sobre la protección que le han brindado a Aragonés, pero como la hipocresía los envuelve, ahora son capaces de rendir culto a la memoria de las víctimas mientras se abrazan con el mismísimo victimario.

 

Verna repite lo que ha venido haciendo Marín para lavar culpas: apelar al oportunismo y la demagogia creyendo que aquí todo el mundo es estúpido o amnésico.

 

Verna, ahora defensor de una fecha trágicamente histórica para los argentinos, tuvo como puntero político al ex policía Hugo Marenchino, condenado en 2010 por delitos de lesa humanidad. Suficiente para medir su compromiso con la causa de los Derechos Humanos.

 

El interés de Verna por lo ocurrido en La Pampa durante el terrorismo de Estado lo puso de manifiesto al no asistir a ninguna de las audiencias llevadas a cabo en Santa Rosa. Ni siquiera tuvo un mínimo gesto de aprobación a favor del histórico juicio.

 

El silencio suele ser más elocuente que las palabras.

 

Por eso es que el planteo de Verna por el 24 de marzo es la falsa postura de aquellos que juegan permanentemente a dos puntas y que usan el doble discurso, la doble moral, la doble conducta tratando de andar bien con Dios y con el diablo al mismo tiempo.

 

Un gran comediante el hombre.