El monstruo y el angelito
Por Juan Carlos Martínez / Foto: El Diario de La Pampa
Sandra Baraldini, hija del ex jefe de policía de La Pampa durante el terrorismo de Estado, acusado de delitos de lesa humanidad, salió a defender públicamente a su padre.
Desde el punto de vista jurídico y si se quiere humano, es comprensible. Es muy difícil encontrar hijos de asesinos y torturadores que hayan sido capaces de asumir una postura crítica hacia ese tipo de padres.
En un país que se rige por la Constitución, las leyes y los tratados internacionales, hasta el más cruel de los asesinos tiene derecho a ser defendido con todas las garantías.
En el caso de Baraldini, esas garantías las tiene frente a jueces sin capucha, un camino que no transitaron las víctimas del represor y que su hija no sólo omite sino que hasta habla de los presuntos valores de "honestidad, rectitud y dignidad" de quien fue principal responsable de secuestros de personas, confinamientos en centros clandestinos pampeanos donde las víctimas fueron sometidas a torturas y violaciones.
Además de su condición de represor durante la dictadura, Baraldini formó parte de los golpistas carapintadas que se alzaron contra el gobierno de Raúl Alfonsín.
También participó en el frustrado golpe contra Evo Morales en Bolivia, país donde fue agregado militar e instructor de colegas bolivianos en los años ochenta y donde luego encontró refugio para escapar de los jueces que lo requerían para someterlo a juicio por graves violaciones a los derechos humanos.
No es cierto que Baraldini siempre dio la cara. Tenía documentos falsos a nombre de Marco Antonio Aponte. Y en Santa Cruz de la Sierra dirigía una escuela de equinoterapia y allí figuraba con el apellido materno: Pellegri.
Con su falsa identidad visitaba a familiares en Santa Rosa mientras Interpol trataba de dar con el paradero del prófugo.
Su hija tiene todo el derecho del mundo a defenderlo. Pero lo que no podrá hacer es convertir al victimario en víctima ni al monstruo en un angelito.