Bruto

Por Juan Carlos Martínez

 

Si Carlos Warnes, el creador de César Bruto viviera, seguramente que incluiría a Mauricio Macri como personaje central de sus desopilantes escritos que han hecho historia en el ancho y variado universo literario argentino.

 

Macri es un ignorante en muchas cosas -todos lo somos en algún aspecto de la vida- aunque su ignorancia la aplica de una manera perversa: ignora las libertades públicas con total y absoluto desprecio, ignora la Constitución y las leyes y los tratados internacionales y se comporta como un representante del absolutismo que gobernó la Europa entre los siglos XVI al XVIII y no como un presidente elegido por la voluntad popular. Dicho sin ánimo peyorativo, si una mesa integrada por personajes notables le tomara examen, seguramente que le otorgaría el diploma de bruto o quizás el de analfabeto político, esa definición que Bertolt Brecht reservó para tipos de altísima mediocridad como es la que distingue al presidente de los argentinos.

 

Sencillamente, un bruto con poder que cumple al pie de la letra el libreto que le escriben los que manejan el poder real entre bambalinas. Decir estas cosas públicamente puede ser tomada por algunas personas como una falta de respeto a la investidura presidencial -cosa que no está en el espíritu de esta nota- pero si uno se coloca por encima de pasiones políticas e ideológicas y supera el impulso de sus propias subjetividades, no puede menos que decir que el primero que ofende la institución presidencial en mérito a su enorme incapacidad es el propio Mauricio Macri.

 

¿Y los que lo eligieron? Cargar el sayo sobre los que lo votaron sería desconocer la voluntad popular, ese principio rector que distingue a la democracia. No es un dato menor, ¿pero alcanza sólo con ir a las urnas de tanto en tanto? Si alguien se siente molesto por esta nota, le pido disculpas. Eso sí: no me arrepiento de haberla escrito.