Verna es como el tipo que pone la bomba y después va al entierro a llorar a sus víctimas


Por Juan Carlos Martínez

 

Carlos Verna no pierde su inveterada costumbre de jugar a dos puntas. Una estrategia que le ha permitido mantenerse en pie como un verdadero malabarista de circo. El contexto político actual es el que le permite sacar provecho de ese juego pendular. A la mañana puede ser vocero de los trabajadores y a la noche hacer lobby para los empresarios. El mismo día que le manda un misil cargado de críticas a Macri dice que con el chirolita Mac Allister tiene más coincidencias políticas que futbolísticas. Mensaje claro: ama más a Cambiemos que al club que preside el camionero que reveló la existencia de la Banelco... O sea, que está más cerca de Macri que de Perón. Cosa que confirmó al dejar en manos de la hermana del Colo el Tribunal de Cuentos.

 

Al barba ahora le gusta más el amarillo que el rojo. Dicen que el rojo le produce algún fastidio. Como le producía a su padrino - el buchón Aragonés- cuando en la Tecnológica de Pico se agitaban trapos rojos. Por estos días el tipo de las fundaciones truchas se ha convertido en un devoto de las aguas del Atuel. Una suerte del Jordán en la llanura pampeana al que se ha acercado para lavar sus pecados, como cuentan las Sagradas Escrituras: "Vé y lávate siete veces en el Jordán y tu carne se te restaurará y serás limpio". ¿Será?

 

Lo cierto es que el robo que Mendoza mantiene impune por las aguas del Atuel lo aprovechó para ponerse el frente de un vejo y justo reclamo de los pampeanos del que nunca antes participó. Y de paso para despegarse artificialmente del gobierno de Macri, al que mandó a votar y le votó todas las leyes que el proyecto económico neoliberal necesitaba para hacer más felices y prósperos a los ricos. Verna es como el tipo que pone la bomba y después va a llorar al entierro de sus víctimas.