Enfrentamientos
Por Juan Carlos Martínez
La no tan sorpresiva versión de los policías que participaron en el asesinato de Santiago Garialdi que al declarar ante la fiscal hablaron de enfrentamiento, abre un abanico de dudas e interrogantes que es necesario disipar en homenaje a la verdad de los hechos. Y, sobre todo, por respeto a los familiares de la víctima y al conjunto de la sociedad pampeana sacudida por un grave episodio que tiene todas las características de una ejecución.
La palabra enfrentamiento que ahora aparece en el testimonio de los policías después de las primeras pericias que descartaron un intercambio de disparos, fue una figura aplicada falazmente durante la dictadura para ocultar los múltiples crímenes cometidos contra hombres, mujeres y hasta niños.
“En un enfrentamiento, las fuerzas del orden abatieron a cinco delincuentes terroristas” decían los diarios de la época al difundir una noticia oficial que daba cuenta del ataque a la casa del matrimonio Bárbara Miranda (26) y Roberto Lanuscou (28) en la ciudad de San Isidro.
Los “cinco delincuentes terroristas” eran el joven matrimonio y sus pequeños hijos: Matilde (*) de cinco meses, Bárbara, de cuatro años y Roberto, de cinco años de edad.
El nivel de impunidad era tan monstruoso, que los médicos que extendían las actas de defunción de las víctimas de los “enfrentamientos”, muchos de ellos registradas como NN, certificaban aquellas ejecuciones agregando como causa lo siguiente: “Muerte por estallido de masa encefálica por disparo de arma de fuego”. (Las actas del horror, Lumbre, páginas 12 y 13, noviembre de 2009).
Mal que nos pese, a más de treinta años de democracia, el llamado enfrentamiento sigue figurando en el lenguaje de las fuerzas de seguridad, particularmente en casos de gatillo fácil.
Es habitual que la propia policía plante falsas pruebas para modificar determinados hechos y de esa manera eludir su responsabilidad en la comisión de delitos cometidos por sus integrantes.
En el caso de Santiago Garialdi, las nuevas pericias que estarán a cargo de Gendarmería fue decidida por pedido del abogado querellante, quien puso en duda la imparcialidad de la División de Criminalística de la Policía pampeana.
“Es la misma fuerza en la que prestan funciones los policías acusados” sostuvo el abogado Omar Gebruers.
En verdad, en el contexto institucional que vive la Argentina con un presidente que llama guerra sucia al genocidio e inventa un batallón de jubilados arrojándole piedras y en La Pampa con un ministro devoto de la mano dura acostumbrado a manipular y tergiversar los hechos, es inevitable alimentar dudas frente a situaciones como la que derivó en el asesinato de Garialdi.
¿Qué garantía de imparcialidad puede ofrecer un psicópata a quien en vez de recortársele el desmedido poder se le amplía para que continúe aplicando la ley de la selva?
El protocolo de seguridad puesto en marcha en todo el país y del cual Tierno se atribuye su paternidad, es un estímulo a la aplicación del remedio represivo, un método que incluye el garrote y la balas de goma que no es otra cosa que el paso previo al empleo de las balas de plomo.
Ese trágico recorrido es el que han seguido los policías que emboscaron a los cazadores de liebres en una calle de la zona rural de Lonquimay el 24 de julio respondiendo a una orden expresa impartida por Tierno: el primer tiro, al aire… el segundo, a la cabina.
¿Hay otra manera de interpretar esa orden que no sea la de disparar contra las personas que ocupaban el automotor? ¿No significa aplicar de oficio la pena de muerte?
Cuando el diputado Abel Sabarots, durante la interpelación al ministro de Seguridad pidió que se le permitiera difundir el audio en el que Tierno da esa orden criminal, el oficialismo y sus aliados se opusieron y sólo lo autorizaron a que leyera el texto del audio.
Un claro e inconcebible acto de censura, nada menos que por parte de una mayoría de diputados que al rechazar el juicio político solicitado por el diputado Eduardo Tindiglia y optar por la interpelación a Tierno dijeron que esa era la mejor manera de aclarar las dudas y los interrogantes que se planteaban en torno de la muerte de Garialdi.
Pero lo más curioso de todo es que el mismo Tierno no sólo no negó que había dado esa orden a los policías que fusilaron al cazador de liebres sino que aceptó en silencio o con respuestas ambiguas que algún vocero oficioso del golpeador de mujeres agregara otra increíble falacia al decir que lo del primer tiro al aire y el segundo a la cabina fue una directiva que impartió cuando no era ministro.
Y si no era ministro, ¿cómo se atrevió a impartir semejante directiva? ¿En calidad de qué dio esa orden? ¿No es una manera de usurpar un cargo público?
El burdo argumento se desvanece escuchando el audio. Cuando el policía que dialoga con Tierno le dice…”Sí, ministro, pero no detienen la marcha, cuando los perseguimos nos tiran clavos Miguelito…” Tierno responde: “¿Ah, sí?... ustedes van a hacer esto, les dije a los policías de la patrulla rural… en la advertencia, primer tiro al aire, el segundo, directamente a la cabina”.
Está clarísimo que cuando Tierno dio esa orden, era ministro. Y así lo llama el policía. Al negar lo evidente, su objetivo no es otro que cargar las culpas de un asesinato a los que ejecutaron su propia directiva, aplicando de esta manera la obediencia debida al revés: el que se exime de culpas es el que da la orden.
No hay duda de que el que dio la orden es el mismo que ahora para zafar trata de dividirse en dos, una suerte de auto-clonación con una doble etiqueta.
Dicho con el respeto que nos merece la familia canina, el que dio la orden era el mismo perro con diferente collar. O, para traspolarlo al género humano, era el mismo loco con diferente chaleco.
PUNTO DE PARTIDA
El punto de partida para llegar a esta tragedia se inició el mismo día que Tierno asumió como ministro y tomó mayor impulso el 9 de febrero cuando la policía de La Pampa irrumpió en territorio bonaerense y reprimió brutalmente a vecinos de Villa Sauze y Sansinena que se habían congregado pacíficamente para evitar que el desborde de las aguas del Río V volviera a inundar sus calles y sus casas.
El propio Tierno, envalentonado por el manejo discrecional y arbitrario de las fuerzas policiales con el aval del gobernador Carlos Verna, atacó a machetazo limpio a vecinos que se oponían al paso de las maquinarias de Vialidad y a la salvaje persuasión del garrote siguió la orden impartida por el propio ministro a viva voz: ¡metan balas¡
El saldo de más de veinte heridos, algunos de suma gravedad como resultó el joven David Díaz, alentó a la policía a repetir abusos contra hombres, mujeres y niños en distintos lugares de la provincia.
Si algo faltaba para confirmar que Tierno actúa con el aval de Verna, el propio gobernador fue claro sobre lo ocurrido en el Meridiano V: “Hemos logrado más con los hechos consumados que con los hechos corteses”, sostuvo en su discurso de apertura del periodo legislativo.
Verna es de los que creen que la letra con sangre entra y por eso Tierno está en su salsa.
MINISTRO MANIPULADOR
Fiel a su estilo leguleyo y pendenciero, Tierno se atrevió a acusar a los vecinos de Villa Sauze y Sansinena de haber arrojado piedras a la policía, una falacia que las propias filmaciones de los sucesos lo desmienten.
Decir que la policía repartió palos y balas de goma entre los vecinos para responder a una inexistente agresión tiende a justificar lo injustificable: la innecesaria y desmedida represión.
Además, forma parte de la maliciosa estrategia oficial para atenuar la responsabilidad policial y, por ende, la de Tierno, Verna y la del Estado en el asesinato de Garialdi y que, según parece, llevará como argumento central la excusa de haber existido un intercambio de disparos entre los cazadores y los policías. O sea, un enfrentamiento.
La misma falacia empleó Tierno en el curso de la interpelación en todos los casos de abusos cometidos por la policía y hasta trató de justificar el atropello y la humillación de la que fueron víctimas dos jóvenes mujeres y sus dos pequeñas criaturas cargando sobre la periodista Cintia Alcaraz –quien trató de fotografiar la increíble escena- el maltrato y la detención de las madres y sus pequeños hijos.
La desfachatez de Tierno no tuvo límites: justificó semejante brutalidad como la de privar de la libertad a esas madres, a sus criaturas y a la periodista por la expresión de “boluda” que Cintia dirigió a una de las policías que le arrebató su celular, como si esa palabra tan habitual en el lenguaje de los argentinos fuese más grave que violar elementales derechos humanos, como el de poner entre rejas a dos criaturas, a sus madres y a la periodista, todo eso sin intervención del fiscal de turno.
De todos modos, siempre queda encendida una luz con la esperanza de que alumbre a jueces y fiscales que tienen en sus manos esta causa para que actúen sin temores frente al poder político, como en su momento hizo la jueza Verónica Fantini después de haber sido amenazada en una audiencia pública por el mismísimo Tierno.
(*) En el feroz ataque a la casa de los esposos Miranda-Lanuscou el 3 de septiembre de 1976, sólo sobrevivió Matilde, de cinco meses de edad. Recuperada la democracia, por pedido de las Abuelas de Plaza de Mayo, entonces presidida por Chicha Mariani, se exhumaron los restos que habían sido inhumados como NN. De los cinco ataúdes, en el más pequeño, en el que supuestamente debían estar los restos de Matilde, sólo se encontró ropita de color rosa y un chupete envuelto en una manta. Por eso es que desde entonces Matilde es una de las centenares de criaturas apropiadas que las Abuelas y sus familiares continúan buscando.