El Ford Falcon verde o el terror sobre cuatro ruedas
Por Juan Carlos Martínez
“¿Qué coche es este? preguntó Sacha el primer día que subió al automotor de la Policía Federal destinado a su custodia. El auto no llevaba inscripción alguna que pudiera identificarlo, pero la gente lo conocía por la trágica celebridad que habían alcanzado durante los años de la dictadura.
-¿Qué coche es éste? repitió con impaciencia la abuela.
-Un Ford Falcon, respondió secamente el custodio que iba al volante.
¿Un Ford Falcon? ¿Este es el famoso Ford Falcon” inquirió Sacha con voz y gesto de asombro.
Los policías, que comprendieron lo que sugería la inquietante consulta de la abuela, permanecieron en silencio.
A Sacha le parecía increíble viajar en uno de aquellos coches que habían alcanzado fama mundial desde que comenzaron a ser utilizados cómo cárceles volantes para las cacerías humanas” (*)
Matilde Artes, popularmente conocida como Sacha, acababa de reencontrarse con Carla, la segunda nieta recuperada en democracia, quien permaneció nueve años en poder de Eduardo Ruffo, uno de los asesinos que actuaba en el centro clandestino Automotores Orletti, ubicado en la calle Venancio Flores, frente a las vías de la estación Floresta del Ferrocarril Sarmiento.
Carla y su madre Graciela habían sido secuestradas en Bolivia durante la dictadura de Bánzer y trasladadas a la Argentina en el marco del Plan Cóndor.
El horror rodante
El juez de la causa había dispuesto custodia permanente para abuela y nieta, tarea que cumplían dos policías federales vestidos de civil en turnos de seis horas.
Los vehículos utilizados eran Ford Falcon sin patentes que se estacionaban frente a un edificio de la Avenida de Mayo al 800 donde Sacha y Carla vivieron durante un tiempo antes de dejar la Argentina para radicarse en España.
Cada vez que abuela y nieta se desplazaban por la ciudad lo hacían a bordo del Ford Falcon junto a los custodios que por orden del juez debían acompañarlas permanentemente.
Aquellos automotores, especialmente los de color verde, habían alcanzado fama mundial desde los primeros años de la dictadura, cuando comenzaron a desplazarse por las grandes ciudades del país como tramperas móviles que se usaban para el secuestro de personas.
Para quienes conocían el papel que jugaban esos vehículos, ver un Ford Falcon en las noches desplazándose lentamente por las calles era una señal de alarma estremecedora.
“Los dueños se jactaban de que era un fierro, con un baúl enorme” ha dicho la periodista María Seoane al contar la historia de los Ford Falcon verde.
La empresa Ford, cuyos vínculos con la dictadura son de público conocimiento, los había fabricado a la medida del uso que se les iba a dar al momento de ser solicitado.
“Era el auto preferido de la dictadura para secuestrar”, comentó Seoane en una de las notas en la que brindó precisa información sobre aquellas tramperas móviles.
Fue el ministro del Interior de la dictadura, Albano Harguindeguy, el que realizó la compra directa de los primeros noventa Ford Falcon no identificables destinados a las cacerías humanas, una cifra que luego fue elevada a un total de 179 vehículos de las mismas características distribuidos en la mayoría de las provincias.
La compra se realizó a través del expediente 274/77 firmado por Harguindeguy por contratación directa. La orden, según Seoane, decía que fueran Falcon no identificables, es decir, autos privados, de particulares, para civiles. Eran autos nacidos para operativos ilegales.
El expediente donde constan todos estos datos figura en el llamado Archivo Intermedio del Archivo General de la Nación, y sobrevivió a la destrucción ordenada por la dictadura antes de su retirada.
También han sobrevivido buena parte de aquellos autos, algunos de los cuales acaban de reaparecer en el desfile del 9 de julio en el acto presidido por Mauricio Macri.
Cuando la gobernadora María Eugenia Vidal dijo que “hoy cambiamos futuro por pasado” no fue, como muchos interpretaron, un acto fallido.
Fue un anticipo de lo que ya asomaba en el horizonte político, confirmado luego por una serie de medidas oficiales sobre la postura que tiene este gobierno en torno de lo que Macri llama “el curro de los derechos humanos”.
La presencia del Ford Falcon verde por las calles de Buenos Aires en el Día de la Independencia fue como asistir a la resurrección del terror sobre cuatro ruedas.
(*) La abuela de hierro, edición 1995