Puños, palabras y silencios

Por Juan Carlos Martínez

 

En una provincia como La Pampa, gobernada desde hace más de treinta años por el mismo partido con una mezcla de democracia y feudalismo, los hombres que se han sucedido en la cima del poder político lo han ejercido bajo la impronta castrense de la obediencia debida.

 

En ese sentido, tanto Rubén Marín como Carlos Verna parecen señores feudales aunque en los discursos exalten los principios democráticos y republicanos, la división de poderes, el respeto por los disidentes, la transparencia con la que supuestamente manejan la cosa pública, el derecho a la información y a la crítica y todo lo que caracteriza a un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, una definición que en los tiempos que corren se ha convertido en retórica pura.

 

Este largo introito viene a cuento a propósito de los continuos desatinos (para decirlo de la manera más suave posible) que cometen algunos de los funcionarios provinciales, entre los cuales el ministro Juan Carlos Tierno –un irreverente serial de la ley- es el que acumula los mayores méritos.

 

Al ya famoso mano dura acaba de sumarse su colega Ernesto Franco, cuyo lenguaje machista viene a complementar el perfil del golpeador de mujeres que hoy maneja la seguridad pública y al que Verna sigue protegiendo sin advertir que a esta altura le resultará difícil zafar de la responsabilidad política por la escalada de violencia institucional que ha trascendido los límites de La Pampa.

 

El inefable ministro Franco, un burócrata alimentado desde hace muchos años por el presupuesto del Estado, ha salido de las sombras para revelar su condición de machista a través de un lenguaje misógeno dirigido a las maestras.

 

En un primer mensaje público puso de relieve sus burdas veleidades pedagógicas al sostener que “ya que no estudian para dar clases, que al menos estudien para esto”, consejo al que sumó otra frase no menos ofensiva: “El gran temor es que den mejor clases… las maestras deberían estudiar para enseñar en las aulas”.

 

El exabrupto fue la respuesta que dio al reclamo que los docentes pampeanos vienen planteando en defensa de sus derechos, en los que incluyen la situación de las maestras y maestros jubilados.

 

La catarata de críticas que Franco recibió de distintos sectores de la sociedad no sirvieron para ponerle frente a su lenguaje machista y pocas horas después agregó otro mensaje que ha multiplicado las críticas dentro y fuera de La Pampa.

 

“Hasta los embarazos parecen planeados porque se dan en época de clases de las docentes”, dijo ante el asombro de todos menos del gobernador Carlos Verna cuyo silencio es una forma de avalar los atropellos que cometen dos de sus ministros.

 

Uno con los puños, otro con la palabra.