Desfachatez
Por Juan Carlos Martínez
Por más que se trate de una cita repetida hasta el hartazgo, no hay manera de evitar su reiteración: nuestra capacidad de asombro es inagotable.
Basta con repasar los títulos de los medios periodísticos que alimentan la información a la que acceden millones de personas en la Argentina y en el mundo para renovar el asombro humano.
Como bien ha dicho Noam Chomsky en una de sus sabias reflexiones a las que siempre es oportuno recurrir aunque uno peque de reiterativo, la estrategia de la distracción que aplican los grandes medios de comunicación es un recurso que se ha globalizado.
El poder de difusión es tan amplio como eficaz merced a los modernos medios tecnológicos disponibles, de modo que la misma información puede instalarse a lo largo y a lo ancho del planeta en cuestión de segundos.
Y como los grandes medios de comunicación están manejados por grupos que responden a los mismos intereses, los contenidos de sus informaciones coinciden con la estrategia de la distracción.
Uno de los temas preferidos para distraer a la gente son las noticias policiales sobre las que se montan cronistas especializados en repetir los libretos novelescos a que están obligados no sólo para distraer sino también para asustar al lector de diarios y revistas, al oyente de radio o al espectador televisivo.
Mientras la gente se espanta –con razón, por supuesto- porque a una jubilada la arrebataron la cartera en la que guardaba su jubilación, miles y miles de jubilados han perdido los beneficios que les ofrecía el PAMI en la compra de medicamentos y ahora tienen que optar entre los remedios o la comida.
Para los grandes medios, no es noticia que valga la pena difundir, al menos de manera destacada como la que le dieron al robo de la cartera a la jubilada que acababa de salir del banco.
En la Argentina y en otros países desde un tiempo a esta parte los grandes medios de comunicación vienen dedicando generosos espacios a un tema que ha calado muy hondo en amplios sectores de la sociedad: la corrupción.
Se trata de campañas pergeñadas por expertos en cargar el sayo de la corrupción sobre los otros. justamente para esconder la propia, como acaba de ocurrir en Brasil: los que acusaban a la presidenta Dilma Rousseff de corrupta son los reyes de la corrupción, los que se ha enriquecido con el perverso y también globalizado mecanismo de la coima.
Volviendo a la Argentina de este tiempo advertiremos que el tema de la corrupción se ha instalado como un latiguillo en el lenguaje de amplios sectores de la sociedad.
“Se robaron todo”, “se han robado el país”, “son todos unos corruptos” son las frases más escuchadas aunque buena parte de quienes las repiten cuando se les piden las fuentes de esa información se remiten a lo que leyeron en Clarín o escucharon en la televisión dando todo por cierto.
Algo parecido ocurría durante la dictadura cuando alguien aludía a la desaparición de personas: “por algo será”, “algo habrá hecho”, ”en algo andaría” eran las respuestas habituales, producto de una sistemática campaña que la dictadura difundía por los grandes medios de comunicación aplicando el manual de Goebbels en los tiempos del nazismo.
Siguiendo con la Argentina y el tema de la corrupción, uno de los últimos títulos del diario Clarín viene a confirmar lo que decíamos al principio sobre nuestra inagotable capacidad de asombro.
“Con Cristina Kirchner procesada, Macri aludió a la corrupción kirchenrista” decía el principal título de tapa en la edición del sábado anterior y en el encabezamiento de la noticia recogía parte del mensaje del impoluto presidente argentino: “Las obras no deben estar asociadas a hechos de corrupción como estamos viendo”, dijo Macri con total y absoluta naturalidad como si se tratara de un predicador de la moral y las buenas costumbres como suelen invocar algunos personajes de manos sucias y uñas largas.
Dos cosas pueden haberse dado para que Clarín alcance este grado de subestimación hacia quienes leen ese diario. Una, que exista el convencimiento de que todos sus lectores son personas ignorantes que están convencidos de que Mauricio Macri es el Mandela argentino. Otra, que crean que todos los periodistas –incluidos los propios- aceptan el desprecio con el que ese medio subestima su inteligencia, su sentido de la ética y su conocimiento sobre la historia de un presidente que ha hecho de la corrupción un culto.
Que durante el kirchnerismo ha habido corrupción, es innegable. Como no se puede negar que ese flagelo ha estado presente en todos los gobiernos, en unos más que en otros, pero que un personaje como Macri proclame a los cuatro vientos que ha venido para combatir la corrupción es como si el genocida Videla hubiera dicho que tomó el poder para defender la vida y la libertad.
Mayor desfachatez, imposible.