Veleidades pedagógicas de un analfabeto político

Por Juan Carlos Martínez

 

Bertolt Brecht decía que “el peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios dependen de decisiones políticas.

 

“El analfabeto político –agregaba Brecht- es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.

 

Podríamos agregar que el analfabeto político nunca podrá entender a los que se rompen el lomo trabajando de sol a sol en tierra ajena, en las fábricas, en los andamios o en las aulas cumpliendo una de las más bellas obras humanas como es la de alfabetizar.

 

Una pregunta con respuesta incluida: Los economistas, ¿se incluyen en la categoría de analfabetos políticos?

 

No todos, pero sí los que el sistema capitalista forma para manejar la economía en aquellos países donde domina el neoliberalismo.

 

Domingo Cavallo es uno de esos analfabetos políticos para quienes la ciencia y la educación son cuestiones secundarias que están sometidas a los siempre mezquinos presupuestos que los gobiernos de derecha destinan a esos rubros, sobre todo si son estatales.

 

Por eso es que metió la mano en las universidades públicas para bajar los presupuestos y por eso mismo mandó a los científicos a lavar platos.

 

¿Se entiende por qué estos analfabetos políticos cuando hablan de ciencia y educación no hablan de inversiones sino de gastos?

 

Para este tipo de mentalidades todo se mide en función de sumas y restas y lo que no deriva en rédito económico, no sirve.

 

Una escuela, una biblioteca, un centro cultural no cotizan en la Bolsa de Valores y como no dan dividendos, hay que dejarlos languidecer hasta que desaparezcan.

 

En esa línea se incluye Ernesto Franco, el ministro de la cartera económica de La Pampa, quien acaba de poner al desnudo su condición de analfabeto político para responder a los justos reclamos planteados por el gremio docente en defensa del sistema previsional de los maestros.

 

“Ya que no estudian para dar clases, que al menos estudien para esto”, dijo el ministro que Verna ha elegido para manejar la caja grande y que, como el resto de sus obedientes funcionarios, en cada cosa que dice transmite el pensamiento del amo

 

“El gran temor es que den mejor clases. Que den clases bien y punto”, sostuvo en otro momento de su improvisada clase destinada a los maestros.

 

A las veleidades pedagógicas que el ministro dirigió a los docentes, éstos le respondieron con la altura a la que este tipo de burócrata nunca llegarán.

 

"Cuando desde el sector sindical –dijeron los docentes-, tanto de activos como de pasivos, advertimos que resistiremos cualquier intento de retroceder en derechos, decimos que la defensa de la dignidad no se estudia Sr. Ministro, se la ejerce directa y espontáneamente; ése es un deber indelegable de todo los que defendemos los verdaderos intereses de los trabajadores/as y debería ser también una prioridad de quienes ejercen la función pública en nombre de todos los pampeanos".

 

Al ministro Franco habría que recordarle que las primeras luces del conocimiento humano la brindan las maestras y los maestros, particularmente los que alfabetizan en las escuelas públicas.

 

El analfabeto político nunca entenderá que ningún burócrata de todos los que pululan en los laberintos del poder político podría alcanzar la dimensión de un maestro aunque ese maestro haya alfabetizado a un solo ser humano a lo largo de toda su vida docente.