La traición y el golpe tienen música
por Juan Carlos Martínez
Si uno se refiere a Alberto Fernández a secas seguramente que millones de homónimos se darán por aludidos. Por eso, antes de entrar en la cuestión que nos ocupa, hay que aclarar que se trata del ex jefe de gabinete del gobierno de Néstor Kirchner y que desde que fue eyectado del cargo se convirtió en un feroz enemigo de Cristina.
Y como ha ocurrido con otros burócratas profesionales, este Fernández no se corrió para el lateral izquierdo de la política sino que prefirió jugar por la derecha que es la pierna que mejor maneja, porque la zurda la tiene de palo, como se dice en la jerga futbolística.
En una de sus habituales corridas, el despechado Fernández suele aparecer escribiendo artículos en el más conservador de los diarios argentinos: La Nación.
Hombre resentido si los hay, don Alberto, a quien un viejo peronista que leía el artículo del diario dominical de los Mitre lo ubicó en la galería de los grandes traidores, impensadamente nos sugirió el título para esta nota: Fernández le puso música a la traición.
Aunque no de manera literal, tomamos su idea porque el comentario de Fernández se inicia con una cita a Beethoven en su Oda a la alegría, una metáfora que le sirvió para enlazar el título de la nota -"Hasta que el silencio aturda a la presidenta"- con el texto.
Pero al margen de este juego que Fernández ensaya entre música, silencios y palabras, aparece el verdadero perfil ideológico del ex jefe de gabinete.
"Cristina sabe que ha mentido y que el memorando firmado con Irán sólo buscó encubrir a los acusados. Nada hay que probar".
Es lo más grave que un hombre supuestamente democrático haya dicho en este tiempo. Grave y peligroso a la vez porque semejante juicio de valor se dice públicamente en medio del clima de golpe gestado por fiscales que responden a los sectores más reaccionarios de la sociedad.
Condenar sin pruebas sería como volver a los mejores tiempos de la dictadura, cuando los que dictaban sentencia no eran jueces de toga sino jueces de capucha.
Alberto Fernández no sólo le ha puesto música a la traición. También al golpe.