Jueces a medida

Por Juan Carlos Martínez

 

La bien llamada batalla judicial desatada entre el gobierno y las corporaciones formadas por buena parte de la judicatura y los grandes medios de comunicación está en pleno desarrollo. Irá creciendo a medida que nos acerquemos a las elecciones previstas para este año.

 

La disputa se ha extendido al universo político y se incluye en la agenda prioritaria tanto de la oposición como del oficialismo.

 

Todo tiene que ver con el manejo de uno de los tres poderes del Estado, donde los sectores más retrógrados de la Argentina han construido una sólida base de sustentación.

 

La batalla se libra entre quienes se resisten a cualquier intento de cambio y entre quienes pretenden introducir nuevos vientos para purificar de alguna manera el aire contaminado que se respira en los tribunales de todo el país.

 

 

No es una pelea entre justos y pecadores -unos y otros los hay en ambos frentes- pero la aparición de un sector que se identifica como Justicia Legítima constituye el más serio intento que se ha producido en la Argentina para terminar con un poder que ha sido y sigue siendo funcional a los intereses de esas minorías que lucran con el esfuerzo de las mayorías.

 

A estas alturas de la vida ya no hay dudas que el año que acaba de comenzar será clave en materia de definiciones. Del resultado de esta batalla dependerá buena parte del futuro de las nuevas generaciones y del propio país.

 

La furiosa campaña de los grandes medios de comunicación radiales, televisivos y gráficos la encabezan Clarín y La Nación, dos de los tres diarios que en 1978 celebraron con el genocida Videla la apropiación de Papel Prensa.

 

La foto de Ernestina Herrera de Noble brindando junto a Videla es el testimonio irrefutable de la connivencia entre el terrorismo de Estado y parte del periodismo cómplice.

 

 

Dos años antes de aquel brindis la viuda de Noble había maquinado otro operativo para apopiarse de dos niños en el marco de gravísimas irregularidades probadas por el entonces juez Roberto Marquevich, cuyo destino final fue su rápida destitución impulsada por los abogados del grupo Clarín.

 

Preocupada por temor a pasar la Navidad de 2002 en su breve encierro, Ernestina mantuvo un breve diálogo con el abogado Eduardo Padilla Fox.

 

-Doctor, ¿usted está seguro que no pasaré la Nochebuena detenida?

 

-No, señora, de ninguna manera. Nuestra gente ya habló con algunas personas vinculadas a la Cámara Federal de San Martín y nos dijeron que a Marquevich lo van a hacer mierda.

 

Dicho y hecho: el juez fue destituido de un plumazo por el Consejo de la Magistratura, incluso con el voto del kirchnerismo.

 

Ese es el método que Clarín y los grupos que responden a sus estrategias pretenden mantener vigente a través de una fórmula de persuasión hartamente conocida.

 

Les preocupa que se les termine la impunidad por esos vínculos con la dictadura.

 

Es que si no logan mantener el control y dominio de la judicatura corren el riesgo de ser condenados por delitos de lesa humanidad, tanto por la forma que se hicieron de Papel Prensa como en el caso de

 

Marcela y Felipe Noble, fuertemente sospechados de ser hijos de desaparecidos.

 

La propia viuda de Noble lo admitió en una carta que escribió en Clarín el 12 de enero de 2003, luego de recuperar su libertad.

 

-"Muchas veces he hablado con mis hijos sobre la posibilidad de que ellos y sus padres pudieran haber sido víctimas de la represión ilegal".

 

Si aquellas palabras no fueron una confesión, alguien debería explicar de qué otra manera puede interpretarse lo que dijo entonces Ernestina teniendo en cuenta que no fue obra de una improvisación verbal sino de algo que escribió en su propio diario.

 

 

Pero hay otros empresarios que comparten la misma preocupación que Clarín y La Nación por las mismas razones, esto es, por su participación en la salvaje represión de los años de plomo.

 

Ahí están, contemplando el desarrollo de la batalla judicial y no como simples espectadores Carlos Blaquier, Vicente Massot y otros civiles que recorrieron el mismo camino convirtiendo a sus empresas en verdaderos cotos para la cacería humana: Mercedez Benz, Ford, Acindar, Astarsa y Dálmine Siderca, entre otras.

 

Obviamente, no están solos en la búsqueda del objetivo final que es la impunidad.

 

Les acompañan algunos partidos políticos de oposición al gobierno entre los que sobresalen candidatos presidenciables como Mauricio Macri, Sergio Massa y el propio Daniel Scioli, un hombre que en muchas cosas está más cerca de sus adversarios que de sus aliados.

 

Los misiles diarios que tienen como destino final la humanidad de la Procuradora Alejandra Gils Carbó seguirán atronando el espacio. Es la fórmula elegida para evitar que los nuevos vientos de los que hablamos más arriba penetren en los tribunales como una masa de aire fresco que ayude a detener la creciente degradación de nuestra judicatura.

 

Por eso es que necesitan, como siempre, jueces a la medida de sus intereses.