Lo que mata es el dinero

por Juan Carlos Martínez

 

Uno no sebe cómo presentarlo en sociedad, pero para muchos Mauricio Macri es un mediocre con carné de ilustrado, el tipo que mejor representa a las clases medias, medias altas y altas y el que también puede cautivar a los sectores menos favorecidos, un poco porque el acceso al conocimiento no está al alcance de ellos y otro poco porque los grandes medios de comunicación –sus socios- completan la faena de informar para deformar la realidad convirtiendo al gato en liebre y al villano en héroe. Macri es un niño nacido en cuna de oro y educado para acumular dinero. No hay poder que pueda superar (ni siquiera igualar) al que otorga el dinero. Shakespeare decía que “si el dinero va delante, todos los caminos se abren”. Ese es el derrotero que ha seguido Macri y el que lo convirtió en presidente de uno de los países poseedores de grandes riquezas naturales. Lo cierto es que los argentinos que lo eligieron provienen de diversos sectores, desde lo más alto a lo más bajo en materia de ingresos, personas que están en las antípodas unas de otras, un fenómeno difícil de desentrañar por esa mezcla de intereses que se contraponen pero que a la hora de las urnas los encuentra depositando la misma boleta.

 

En la Argentina han salido de la voluntad popular para ejercer cargos públicos asesinos, torturadores, golpeadores de mujeres, ladrones de guante blanco, entregadores del patrimonio nacional, evasores de gigantescas sumas de dineros que han ido a parar a paraísos fiscales, esas cuevas donde las miserias humanas depositan el producto de los continuos saqueos a que son sometidos los pueblos que caen bajo su dominio, sea por vía de las armas o por vía de las urnas. Hasta ahí ha llegado Mauricio Macri, es decir, al destino que lo transportó el dinero. Pero el dinero suele producir el mismo efecto letal que produce en el paciente una sobredosis del medicamento que en vez de preservar su vida lo lleva a la muerte.