Conciencia

Por Juan Carlos Martínez

 

Los senadores de La Pampa que votaron a favor del pago a los fondos buitres lo hicieron con algunas observaciones como para aliviar el cargo de conciencia que alguna vez despertará en ellos, si es que les queda algo de conciencia, ese atributo que la filosofía considera una facultad humana que cada uno posee para decidir sobre sus actos y sus consecuencias.

 

Se entiende que la conciencia es un concepto moral que tiene una estrecha relación con la ética. No es lo mismo una conciencia estimulada por principios éticos que una conciencia desprovista de esos valores.

 

Lo cierto es que tanto Norma Durango como Daniel Lovera votaron para satisfacer el insaciable apetito de los buitres con algunas reservas de forma que no modifican el fondo del problema.

 

Con una mano aprobaron la estafa y con la otra abrieron el paraguas como para defenderse cuando las nuevas generaciones les reprochen a ellos o a sus descendientes el paso que dieron sabiendo que los buitres se llevaban de este país la sangre, el sudor y las lágrimas de millones de hombres, mujeres y niños.

 

“Votaré positivamente porque estamos cumpliendo con una sentencia. Pero no estoy ni conforme ni tranquila”, dijo la senadora Durango como si la sentencia de un juez servil de los mezquinos intereses de los dueños del dinero estuviera por encima de los intereses de su propio país, de su pueblo.

 

El dirigente mercantil también levantó la mano para votar a favor de los buitres con algunas reservas paradojales.

 

Como, por ejemplo, la de “cuidar y generar nuevos trabajos” como si no se hubiese enterado de los miles y miles de despidos que se están produciendo justamente por la aplicación de políticas de ajuste como las que han generado y seguirán generando los continuos endeudamientos asumidos por la Argentina con el capital financiero.

 

Símbolo de esa camada de dirigentes sindicales que carecen de conciencia de clase, Lovera, igual que Durango, abrió el paraguas como para tener algún argumento a la hora de los reproches que sin duda recibirán de las nuevas generaciones por el voto que Arturo Jauretche calificaría con sobradas razones, de cipayo.

 

“Los argentinos apenas si tendremos para pagarnos la comida de todos los días. Y cuando las industrias se liquiden y comience la desocupación, entonces habrá muchos que no tendrán ni para pagarse esa comida. Será el momento de la crisis deliberada y conscientemente provocada (...) No habrá entonces más remedio que contraer nuevas deudas e hipotecar definitivamente nuestro porvenir. Llegará entonces el momento de afrontar las dificultades mediante la enajenación de nuestros propios bienes, como los ferrocarriles, la flota mercante o las usinas". 

 

Jauretche murió hace más de cuarenta años, pero pareciera que lo que escribió hace tiempo y allá lejos hubiese salido de su pluma en las críticas horas que vive esta Argentina gobernada por gente sin conciencia.