Dos caras
Por Juan Carlos Martínez
Hay gente que transita por la vida mostrando dos caras.
Doble discurso, doble conducta, doble moral.
Una para el día, otra para la noche.
Llevan un porta retrato con dos imágenes contrapuestas.
En un lado Dios, en el otro el diablo.
El mal y el bien son inseparables.
Nunca se sabe si la realidad es ficción o la ficción realidad.
Todo esto viene a cuento a raíz de la controversia que generó la carta que el Papa le envió a Cristina.
Es falsa, dijeron desde las entrañas del Vaticano.
No, es auténtica rectificaron desde la misma fuente.
Es una dura crítica al gobierno, dijeron las voces de la oposición.
Todo lo contrario, es un mensaje de apoyo al oficialismo, interpretaron de la otra vereda.
Antes, los obispos habían lanzado un duro ataque al gobierno, pero después fueron a la Rosada a morigerar el tono del lenguaje cuasi belicista.
Este juego pendular es el que ha practicado la Iglesia Católica a lo largo de su existencia en general y que el actual Papa -nuestro conocido Jorge Bergoglio- continúa para conformar a unos y otros.
Hay un cúmulo de contradicciones que sería muy extenso incluir en un espacio periodístico, pero algunos de ellos son por demás ilustrativos.
Siguiendo esa línea pendular, don Bergoglio predica su amor por la paz pero el Vaticano sigue teniendo acciones en alguna fábrica de armamentos.
Bendice a los pobres, se conduele por la pobreza pero la banca vaticana sigue haciendo negocios con ese poderoso caballero llamado don dinero.
Hablan para los pobres pero trabajan para los ricos.
Por un lado condena la pedofilia pero por otro lado nada dice sobre los pedófilos como el cura Grassi.
Califica de crimen al aborto pero no desempolva los documentos que la Iglesia guarda sobre los desaparecidos y los niños (que no eran fetos) arrancados de su vientre a las madres que parieron a sus hijos en campos de concentración durante la dictadura cívico-militar-clerical.
El péndulo de Bergoglio extiende la confusión que hay entre el bien y el mal.
Hay una mezcla de santos y pecadores.
El antisemita Juan Pablo II se convierte en santo mientras los mártires como Arnulfo Romero y Enrique Angelleli son arrojados al museo del olvido.
Bergoglio apuesta a la vida mientras el cura Cristian von Wernich condenado por delitos de lesa humanidad sigue dando misa con todos sus hábitos a otros genocidas en Marco Paz.
Otro pecador como el cura Aldo Vara fue largamente protegido por la Iglesia mientras era buscado por los jueces acusado de llevar la cruz en una mano y la picana en la otra.
Nos habla de la reconciliación entre los argentinos pero se sospecha que en ese imaginario reencuentro pretende que se abracen las víctimas con sus victimarios.
Todavía hoy, a casi cuarenta años del genocidio argentino, no se sabe a ciencia cierta cuál de las dos caras que muestra Bergoglio es la auténtica y cuál la falsa.