Hable, señora
Por Juan Carlos Martínez (*)
Pronto usted cumplirá 89 años.
Dicen que a esa edad las personas están por encima del bien y del mal.
A lo mejor es su caso.
Ojalá lo sea.
Y si lo fuere, qué oportunidad para que usted acceda a una suerte de reivindicación de su historia personal.
No para liberarla totalmente de culpas, pero sí al menos para atenuar esas culpas.
También para aliviar, de alguna manera, la incertidumbre y el sufrimiento de otras personas de su misma edad.
O mayores que usted, personas que antes de abandonar este mundo quisieran reencontrarse con sus nietos robados durante la dictadura.
Dos de ellos quedaron en sus manos hace treinta y ocho años.
Es lo único que les queda porque a los padres de aquellos niños los hicieron desaparecer.
Los asesinaron, para decirlo sin eufemismos.
Usted misma lo dio a entender en enero de 2003 en una suerte de confesión pública.
“Muchas veces he hablado con mis hijos sobre la posibilidad de que ellos y sus padres pudieran haber sido víctimas de la represión ilegal”.
Lo escribió usted de puño y letra en Clarín, su diario.
El diario más importante de la Argentina.
Aunque no el mejor.
Moral y éticamente hablando.
Sería una manera de atenuar el enorme daño que ese diario le ha hecho al país.
Tampoco, como en su caso, para liberarlo totalmente de culpas.
Porque mientras aquellos niños crecían en el engaño, la mentira y el ocultamiento usted brindaba con el genocida Videla para festejar otro crimen: la apropiación de Papel Prensa.
Por eso, señora, le pedimos que rompa el largo silencio.
Le pedimos que hable.
Si no fueran hijos de desaparecidos ¿quiénes son sus padres biológicos? ¿Dónde están?
Si le queda una cuota de dignidad en su conciencia, tiene que hablar.
Hoy mismo.
Mañana puede ser tarde.
¡Hable, señora!
(*) Autor del libro La Apropiadora