La amnesia de Verna en el Día de la Memoria
Por Juan Carlos Martínez
No es una originalidad decir que Carlos Verna es uno de los políticos más habilidosos para adaptarse a cualquier circunstancia frente a los cambiantes vientos de la vida.
En su paso por el Senado de las coimas demostró con creces que en materia de astucia estaba por encima del resto de sus compañeros de bancada.
Por algo fue calificado como la primera trompeta de la banda y el más inteligente de todos, quizás porque en el país de los ciegos el tuerto es rey.
Sea como sea, lo cierto es que desde que se lanzó a la arena política hace más de treinta años, el Barba ha capeado todos los temporales en los que estuvo envuelto. Incluso cuando el agua le llegaba al cuello siempre encontró un salvavidas para evitar el naufragio.
Cuando estalló el escándalo de la Banelco y parecía que era número puesto para sentarse en el banquillo de los acusados, el hombre zafó pese a que su mano derecha en el manejo de los dineros del tesoro de la cámara alta –el arquitecto Jorge Cosci- confesó públicamente que él había ensobrado miles y miles de dólares pero que ignoraba el destino asignado a tanta plata.
En aquellos años también salió indemne de otro escándalo que lo tuvo en el ojo de la tormenta: las fundaciones truchas que creó en General Pico para sostener su campaña a la gobernación desparramando cuantiosas sumas de dinero extraídas del Senado de la Nación.
En sus reiterados enfrentamientos con Rubén Marín por la propiedad del feudo pampeano, a punto estuvo de perder la pelea, pero un segundo antes de que la cuenta llegara a diez, sonó la campana.
El que manejaba el martillo no era otro que Juan Carlos Tierno, a quien el tribunal de disciplina del PJ le había asignado la tarea de investigarlo por deslealtad partidaria. Se lo acusaba de haber mandado a votar a favor de la Alianza.
Luego de superar tantos avatares, en 2003 ganó las elecciones para gobernar por primera vez La Pampa.
Y así como es hombre de guardar rencores y de vomitar venganzas, también sabe devolver favores. Por eso es que Tierno apareció en su primer gabinete, antes de su traumática gestión de ochenta y siete días al frente del municipio de Santa Rosa.
Pero el romance se rompió cuando la policía dio rienda suelta a los apremios ilegales, el argumento que utilizó Verna para sacárselo de encima antes de que la corriente lo arrastrara a él mismo.
Contagiado por los vientos de cambio que comenzaron a soplar en la Argentina, no dudó en volver a convocar al golpeador de mujeres, aún con una condena sobre sus espaldas, seguro de haber elegido al personaje que mejor llevaría adelante la política de mano dura impulsada por el macrismo.
El nuevo escándalo protagonizado por Tierno (la salvaje represión contra vecinos de Villa Sauze y Sansinena) aún no está resuelto, pero nadie duda que cuando las papas quemen el Barba sacará las manos del plato y le bajará el pulgar a su ministro represor.
MEMORIA SELECTIVA
También en el Día de la Memoria el gobernador pampeano hizo uso del clásico doble discurso para quedar bien con Dios y con el diablo.
Ocurrió en Jacinto Aráuz, uno de los puntos elegidos por la dictadura en su siembra de terror durante los años de plomo.
Al referirse al gigantesco operativo llevado a cabo en julio de 1976 contra docentes y vecinos de esa localidad, Verna dijo que “para hacer un acto en memoria de esta fecha, Jacinto Aráuz es el lugar porque fue ocupado por más de doscientos efectivos del Ejército y la Policía” y puntualizó que en aquel operativo “se llevaron detenidos docentes que luego fueron torturados”.
Lo que Verna no dijo y es lógico entender el por qué de su omisión, es que entre los policías dedicados a perseguir, encarcelar, torturar y violar a las mujeres que caían en aquellas redadas, estaba Hugo Marenchino, ex colaborador del actual gobernador en Eduardo Castex donde el represor se encargaba de repartir las dádivas que Verna mandaba desde el Senado de la Nación.
Marenchino fue condenado en 2010 por delitos de lesa humanidad.
La memoria selectiva de Verna también omitió alguna referencia a Carlos Aragonés, su padrino político, acusado por varias de las víctimas, entre ellas sus propios compañeros de militancia que fueron secuestrados y torturados luego de haber sido delatados por el conocido buchón.
El mismo Aragonés fue uno de los que acompañó a una patota de ultraderecha procedente de Bahía Banca que a finales de 1975 irrumpió en la Tecnológica de General Pico para quebrar un movimiento estudiantil que bregaba por una universidad pública al alcance de los sectores populares. El entonces profesor Carlos Verna, que en principio se había identificado con los estudiantes, se borró olímpicamente y con el correr de los años encontró en el propio Aragonés a un aliado político a quien, a finales de 2015 (foto) lo sumó a su equipo de colaboradores.
Parece cosa de Mandinga que Verna quedara envuelto en un estado de amnesia justo en el Día de la Memoria.
Foto: Infopico.