Eternamente jóvenes

por Juan Carlos Martínez

 

Tengo casi el doble de años de mi madre.


-Y yo tengo la misma edad de mi abuela.


Nadie que no conociera la historia de aquella mujer de 38 años y de su hija de veinte podría entender semejantes razonamientos. Es que desde la lógica de la biología sería inexplicable sostener que alguien puede tener más años que su madre o la misma edad de su abuela.


Pareciera que se trata de una ficción. Pero no lo es, al menos desde un punto de vista donde la biología pierde su lógica.
El relato que sigue nos ayuda a entender lo que hasta ahora parece inexplicable.


Ella nació en un campo de concentración donde su madre, que entonces tenía 20 años, dio a luz. De inmediato las separaron. Su madre se fue a la muerte (el mismo camino siguió su padre) y ella quedó en manos de sus apropiadores.


Huérfana de madre y padre volvió al seno de su familia biológica recuperada por su abuela a los diez años.


Antes de los veinte tuvo la primera hija. Hoy tiene 38 y por eso dice que casi tiene el doble de años de su madre que se quedó para siempre en los veinte años, es decir, en la primavera de su vida.


Su madre no envejeció y como esas flores perennes, se mantiene fresca, con todo su color, con todo su perfume.


¿Por qué decir que aquella madre hoy tendría alrededor de sesenta años si desde los veinte la barbarie le impidió cumplir años?


Por eso dice que casi tiene el doble de años de ella y por eso su hija dice que tiene los mismos años que su abuela.


Ellas y ellos eran jóvenes, siguen siendo jóvenes, siempre serán jóvenes.


Qué paradoja: la muerte los hizo eternamente jóvenes.