Emergencias

Por Juan Carlos Martínez

Lejos de alejarse de las mal llamadas políticas de seguridad, el gobernador Daniel Scioli profundiza muchos de los métodos aplicados durante la dictadura cívico-militar-clerical a través de la ensangrentada mano del genocida Ramón Camps.

Respondiendo al clamor de los sectores más retrógrados de la sociedad, el gobernador que aspira a ser el próximo presidente de los argentinos, está recorriendo el peligroso camino hacia la militarización del distrito más importante del país, como es la provincia de Buenos Aires. 

Alentado por la ola de linchamientos que está recorriendo el país, Scioli se subió al carro de quienes atribuyen a los arrebatadores de carteras (pobres y morochos) todos los males que nos aquejan y sobre semejante falacia decretó la ‘’emergencia en seguridad’’.

‘’Se trata de que los delincuentes tengan miedo, no la gente” dijo mientras en su policía habitan delincuentes de gorra, machete, gatillo fácil, picana y mano dura y larga a los que ahora quiere sumar quince mil retirados entre los cuales seguramente aparecerán muchos de los involucrados en las repetidas purgas que no han servido para limpiar los intestinos de la bien llamada maldita.

Mientras la crisis económica cae como una bomba de neutrones sobre los sectores más débiles, el gobierno bonaerense destina seiscientos millones de pesos para la compra de patrulleros, armas y municiones para profundizar la creciente criminalización de la pobreza.

La siguiente etapa es harto conocida: más cárceles para aumentar el número de pobres y morochos que viven entre rejas (el 80 por ciento), de los cuales el cincuenta por ciento no tiene condena, es decir, están privados del derecho constitucional que establece el principio e inocencia del que mayoritariamente gozan l0s ladrones de guante blanco.

Las emergencias en seguridad no sólo son castigos para los sectores más vulnerables de la sociedad: son premios para quienes hacen buenos negocios con la instalación de enrejad0s en las viviendas, para quienes venden cámaras de vigilancia o para los empresarios que levantan las paredes de nuevas cárceles.

Como podrá advertirse, los pobres y los morochos son la materia prima que utilizan los poderosos para incrementar sus ganancias sin que les importe que la acumulación de sus riquezas se asiente sobre la miseria y el hambre de millones de hombres, mujeres y niños.

A propósito, ¿alguna vez se decretará la emergencia de la miseria y el hambre?