René Favaloro, la ciencia y la política
Por Juan Carlos Martínez
Cuando se analiza la historia del eminente cardiocirujano René Favaloro aparecen dos facetas que lo colocan en un plano propicio para la controversia. Por un lado, todos coinciden en que fue uno de los mayores talentos que dio la ciencia, atributo mundialmente reconocido. Pero esa bien ganada condición no se repite cuando se habla de Favaloro en el campo político e ideológico.
En ese sentido hay mucha similitud con la personalidad de Jorge Luis Borges, la máxima expresión literaria argentina del siglo XX, pero muy cuestionado por su postura política, particularmente desde los sectores de izquierda.
Otra coincidencia: tanto Favaloro como Borges fueron contemporáneos de la sangrienta dictadura cívico-militar-clerical. No podría decirse que en aquellos trágicos años ambos mantuvieron una actitud de complicidad abierta con los genocidas, pero la ausencia de críticas o condenas hacia los ejecutores del terrorismo de Estado no habla bien del médico ni del escritor como ciudadanos.
Aunque Borges tuvo algunas intervenciones irónicas acerca de los militares ya sobre el final de la dictadura, aquello no alcanzó para incluirlo entre los intelectuales que resistieron o denunciaron las atrocidades que se cometieron en los años de plomo.
Una de las ironías que más molestaron a los militares fue aquella definición que Borges hizo sobre la valentía castrense de ese tiempo. "Los generales de ahora mueren en la cama, nunca han sentido silbar una bala sobre sus oídos" sostuvo para marcar la diferencia que había entre morir en un campo de batalla y morir en una cama. O sea, entre el valor y la cobardía.
Hubo un general que se sintió herido en su honor: el genocida Luciano Benjamín Menéndez quien le respondió a Borges con una bravuconada en la que incluyó los presuntos laureles conquistados en su combate contra los subversivos. "Parece que hay un general que sintió silbar una bala sobre sus oídos" replicó el escritor y el cachorro Menéndez siguió ladrándole a la luna mientras masticaba odio.
Favaloro, en cambio, estuvo más cerca del campo político, aunque más identificado con la derecha que con la izquierda. El médico desaparecido fue uno de los hombres convocados para integrar la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, a la que renunció antes de que la CONADEP difundiera el informe final sobre sus investigaciones.
La postura de Favaloro con respecto al terrorismo de Estado coincidía con quienes sostenían entonces la teoría de los dos demonios. Es decir, los que colocaban en un plano de igualdad a la dictadura y a quienes la resistían o la combatían con el uso de las armas. O con otra herramienta más temida por los militares: las ideas.
Pero el verdadero motivo del alejamiento de Favaloro de la CONADEP fue el rechazo que hicieron las Abuelas de Plaza de Mayo a uno de los profesionales propuestos por el médico para conducir tan importante centro científico.
Chicha Mariani, una de las fundadoras y primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo lo recuerda de esta manera.
-Cuando se creó la CONADEP, el organismo que estaba presidido por el abogado Ricardo Colombres, ex rector de la UBA, funcionaba en las instalaciones del Teatro San Martín, en la calle Corrientes, muy cerca de la primera sede de Abuelas que estaba ubicada en la calle Montevideo al 500. Nos enteremos que el doctor Favaloro había propuesto para el funcionamiento del Banco Nacional de Datos el laboratorio de los médicos Emilio Hass y Luis Verruno, este último un genetista militar que trabajaba en el Hospital Militar justamente donde funcionó uno de los centros clandestinos durante la dictadura. Nada menos.
-Con Estela Carlotto, que entonces era la vicepresidenta de Abuelas, pedimos una reunión urgente con los miembros de la CONADEP. Nos concedieron la entrevista ese mismo día y allí fuimos a exponer nuestra preocupación.
-Cuando relatamos nuestra inquietud, el doctor Colombres no ocultó su asombro. ¡No puede ser! exclamó mientras pedía la presencia de Graciela Fernández Meijide, una de las secretarias de la comisión. Quiero que convoque de inmediato al doctor Favaloro, ordenó Colombres. No recuerdo cuánto tiempo transcurrió desde ese momento hasta que llegó Favaloro, pero sí recuerdo que el médico confirmó el dato que las Abuelas le habíamos proporcionado a la comisión. Como no le fue aceptada la propuesta, Favaloro renunció a la CONADEP, creo que al día siguiente.
La propuesta de Favaloro mostró sus vínculos con personajes que, como el genetista Verruno, no podían ser ajenos y mucho menos ignorar lo que ocurría en el Hospital Militar, uno de los centros clandestinos utilizados para confinar y hacer parir a muchas jóvenes que desaparecieron después de dar a luz mientras los bebés eran repartidos como mascotas entre militares, policías y civiles cómplices de semejante atrocidad.
Otro capítulo que muestra el perfil ciudadano de Favaloro se encuentra en el silencio que el médico mantuvo sobre el gigantesco operativo que militares y policías hicieron en Jacinto Aráuz, la pequeña localidad pampeana donde el médico trabajó durante dos años antes de instalarse en Buenos Aires.
Por testimonio de algunos ex detenidos-desaparecidos como el docente Guillermo Quartucci han incluido a Favaloro entre los vecinos que nunca se pronunciaron críticamente contra el operativo. Esa y otras circunstancias lo colocan más cerca de los represores que de las víctimas (*).
Favaloro nunca levantó su voz para denunciar semejante atropello.
Su silencio dice todo lo demás.
(Lo que sigue es un comentario de Guillermo Quartucci, un docente detenido en Jacinto Aráuz en 1976. Quartucci logró escapar de su cautiverio y se exilió en México, donde vive desde entonces)
" Favaloro
Por Guillermo Quartucci, (Notas sobre Jacinto Arauz, pueblo pampeano).
"Se puede estar en el centro, en la izquierda o en la derecha, pero eso no justifica que vayamos a esta guerra fratricida que todo lo destruye", dijo aquí el conocido cardiocirujano René Favaloro, en una charla dirigida a la juventud, durante la cual criticó a la insurgencia y a la guerrilla.
"Con la violencia no se va a ningún lado; a través de la guerrilla no vamos a cambiar nada", afirmó también Favaloro en otro momento de su expresión, que estuvo específicamente dirigida a la juventud.
El acto en que habló el científico había sido organizado por la cooperadora del Colegio Nacional de esta ciudad, en que él cursó sus estudios secundarios, lo que dio pie al disertante para evocar el clima en que creció y se perfeccionó su generación.
Dijo al respecto que en La Plata prácticamente no hubo clases sociales sino una clase media alta y los hijos de los trabajadores, entre los que nunca hubo una gran diferencia, sino que se mezclaban e intercambiaban experiencias. "La única selección que había era la de las neuronas", acotó, para agregar que convivían en ese instituto "gente de todos los colores y status, lo que nos hizo bien a todos".
En cuanto a la universidad, recordó que era "totalmente autónoma, autárquica e independiente del gobierno" y que "tuvimos grupos de profesores de la más diversa formación ideológica: libre-pensadores, socialistas y conservadores, pero cada uno de ellos cuidaba la enseñanza y no tuvimos nosotros una formación política definida sino que estábamos en contacto con todas las ideas políticas, porque ninguno trataba de influenciarnos".
"Se nos enseñaba que sin esfuerzo no se consigue nada", prosiguió, "el acomodo no existía y todos teníamos la misma igualdad ante el esfuerzo".
Varios de los conceptos de su velado antiperonismo vertidos por Favaloro en la charla a que se refiere la nota los habría de reiterar después en su libro de 1980, pero es su calificación del terrorismo de Estado como "guerra fratricida" lo que más llama la atención pues lo ubican muy temprano, a escasos 4 meses del Golpe, en la línea de los cultores de la "teoría de los dos demonios", la cual surgiría con especial énfasis cuando, vuelta la democracia, integró brevemente la CONADEP convocada por el presidente Raúl Alfonsín a la que renunció porque no encontró eco a sus demandas de que se debían investigar, además de los crímenes de los militares y fuerzas afines, los crímenes de lo que él denominaba la "subversión" en un rapto inconsciente de justificación de la represión por parte del Estado. Nunca Favaloro, hasta su muerte, se desdijo públicamente de su apoyo a la dictadura cívico-militar, pese a un oscuro hecho ocurrido en plena represión que lo afectó de manera directa y podría haberlo despertado de su idilio con el terror estatal: la muerte, en circunstancias muy sospechosas, a las que la prensa de la época denominó "accidente", de su hermano Juan José, hecho que hasta hoy permanece en el misterio. En Jacinto Aráuz, donde quedaban muchos amigos de la época en que Favaloro trabajó allí, los rumores de los más allegados a los hermanos hablaban de que Juan José, considerado "zurdo", habría sido abatido en la carretera por un vehículo del ejército cuando desoyó la orden de detenerse A pedido expreso de Favaloro ninguno de sus amigos viajó para asistir al velatorio de Juan José, que se realizó de la manera más sigilosa.
Favaloro, la medicina y otros temas
Dejando de lado algo que nadie discute: el merecido prestigio de Favaloro como médico cardio-vascular, en el terreno de la medicina como profesión de servicio a la comunidad son muy discutidas ciertas expresiones suyas como cuando dijo que habría que cerrar por un tiempo la carrera de medicina porque lo que sobraban eran médicos; o cuando se quejaba, como en su libro, de los médicos "flor de ceibo", expresión despectiva para descalificar a los que se graduaban de la universidad en los años del primer peronismo.
Un reconocido médico de Buenos Aires, especialista en infectología pediátrica, al referirse a Favaloro dice lo siguiente:
Fue un médico magistral, un excelente cardiocirujano, un elegido como Maradona y Pelé, pero nada más que eso. El resto es un mito que él mismo alimentó y del cual sacó mucho provecho. Favaloro hablaba hasta el cansancio del hospital público, generalmente para denigrarlo, siendo que nunca pisó ninguno desde su graduación. Lo que quería era crear una fundación propia en lugar de crear una unidad cardio-vascular en cualquier hospital del país. Si hablaba mal de las universidades públicas, siendo que él se había graduado en una de ellas, era para promover su propia Facultad de Medicina en la Fundación que presidía, atrayendo así ingentes sumas de dinero. El currículum de esa facultad está muy lejos de la realidad sanitaria de la Argentina puesto que le da absoluta prioridad a la tecnología, la genética, la farmacología molecular, dejando totalmente de lado las enfermedades que prevalecen en nuestro país y son las causantes de altas tasas de mortandad.
En otro sentido, es proverbial la xenofobia de Favaloro, sobre todo la dirigida a los hermanos pobres de los países limítrofes de Argentina que llegaban en busca de un mejor horizonte económico, los cuales constituían, según lo da a entender en su libro de memorias, una "inmigración degradada". Tampoco simpatizaba el célebre médico con las militantes a favor de los derechos de la mujer, esas feministas hacia quienes apuntaba sus dardos impregnados de misoginia, para no hablar de su peculiar visión acerca de la diversidad sexual. Al respecto, el viernes 29 de agosto de 1984, el Canal 13 de televisión de la Capital Federal emitió el programa Grandes Temas Médicos, dedicado a la Sexualidad. La conclusión, al cabo de una hora y media de emisión, fue formulada por el Dr. René Favaloro, de la siguiente manera:
Yo quisiera destacar que es el problema de las desviaciones sexuales, que constituye un verdadero problema, una verdadera tragedia en nuestro tiempo, una tragedia que no está solamente en los grandes países desarrollados, evidentemente al que le toca viajar la puede ver fundamentalmente en Estados Unidos, en Inglaterra, en Francia, en los grandes países, digamos desarrollados, donde ya se ha constituido en una verdadera plaga, a mi entender. Esto no quiere decir que no deba ser también analizada en profundidad aquí, buscar las razones y corregirla, pero yo no puedo entender todos estos movimientos sociales, en donde se hace, quizás, hasta una apología de la homosexualidad. Este incremento, debo confesarlo, para mi es aterrador, porque significa una desviación de algo, que la naturaleza nos dice que no ocurre. (Citado por Carlos Jáuregui en su libro La homosexualidad en Argentina, página 71)
A manera de cierre
Siempre es arriesgado referirse a las figuras del santoral argentino con la certeza de que la condena social ha de ser casi unánime. Ahí está el reciente caso del periodista Horacio Verbitsky, quien, con la publicación de su investigación acerca del papel de cómplice que el jesuita Bergoglio jugó durante el terrorismo de Estado, se granjeó no sólo el odio general, sino el silencio de hasta quienes debían haberlo apoyado, dejándolo solo. Seguramente los que idolatran al "ángel guardián de Jacinto Aráuz" han de reaccionar de la misma manera frente a esta nota. Pero los hechos ahí están. ¡Quien los quiera oír, que los oiga!
(*): A instancias de la lectora Graciela Bertón, se deja en claro el papel de Favaloro: no fue acusado de haber señalado a "subversivos", pero nunca se pronunció críticamente contra el operativo.