Don Bergoglio, los niños apropiados, ¿verán la luz algún día?
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Por Juan Carlos Martínez
Fiel a la tradición más conservadora de la Iglesia Católica, don Jorge Bergoglio, ahora el papa Francisco I, ha calificado al aborto como un crimen.
“Por ejemplo –ha dicho- , me produce horror el solo pensar que haya niños que no podrán ver jamás la luz, víctimas del aborto”.
El Papa no ha hecho otra cosa que defender la invariable postura que mantiene la Iglesia frente al aborto, al que califica lisa y llanamente de crimen pues considera –contra la opinión científica- que la vida humana comienza desde el mismo instante de la concepción.
Curiosamente (o no tanto), nada dice sobre las miles y miles de mujeres que mueren en todo el mundo, justamente, porque se ven obligadas a abortar en forma clandestina, debido a que no están en condiciones económicas de asistirse en centros médicos que garanticen sus vidas, como pueden hacerlo las mujeres de clases sociales medias o altas.
El Papa también mostró su pesar por “los que vienen utilizados como soldados, violados o muertos en los conflictos armados, o hechos objeto de esa tremenda forma de esclavitud moderna que es la trata de seres humanos, que es un delito contra la humanidad”.
Entre tantos ejemplos que le preocupan, el Papa omitió uno que también tuvo como víctimas a niños y que él conoce mejor que nadie porque se trata de una tragedia que ocurrió en la Argentina, su país.
Nos referimos a los centenares de niños apropiados durante la dictadura cívico-militar-clerical, de los cuales solo poco más de cien han recuperado sus identidades y han regresado al seno de sus familias biológicas. Los que todavía viven con falsas identidades, desconociendo su origen biológico –hoy, hombres y mujeres adultos- todavía no han podido ver la luz a la que alude Bergoglio. En estos casos, la luz de la verdad.
Es como vivir a oscuras.
Casi es una obviedad recordar que también se trata de delitos contra la humanidad.
A poco de asumir como jefe de la Iglesia Católica, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo se dirigió a Francisco I confiando en que el nuevo Papa podría contribuir a la verdad sobre los niños que todavía permanecen en cautiverio.
En ese sentido, la titular de Abuelas abogó porque el nuevo rol de Bergoglio “le permita abrir puertas para saber dónde están el resto de los nietos que faltan y los treinta mil desaparecidos”.
Hasta ahora esas puertas permanecen cerradas como cerrada permanece la boca del Papa para responder a la inquietante pregunta: ¿Don Bergoglio, y los niños apropiados, verán la luz algún día?