Fugas
Por Juan Carlos Martínez
Uno de los métodos aplicados durante el terrorismo de estado para eliminar a sus víctimas fue la llamada ley de fuga. Burdas comedias armadas con el propósito de justificar los crímenes que se cometían contra personas indefensas.
Fugarse de las mazmorras donde eran alojados hombres y mujeres era imposible y los pocos que lograron evadirse protagonizaron verdaderos milagros.
Esposados, encadenados, engrillados, sin fuerzas siquiera para ponerse de pie por efecto de las torturas y otros tormentos, el único camino seguro para aquellas víctimas era el de la muerte.
Hubo otras formas de aniquilamiento: los vuelos de la muerte, consistentes en arrojar personas vivas al mar. Tres Madres de Plaza de Mayo fueron las primeras víctimas de aquel criminal ensayo.
Otro sistema aplicado fueron los pseudos enfrentamientos en los cuales aparecían hasta niños participando en el supuesto combate, como ocurrió con la familia Lanuscou-Miranda.
Los diarios de la época, que recogían a ciegas los partes oficiales, titularon: En un enfrentamiento abatieron a cinco subversivos.
Los cinco subversivos eran un joven matrimonio y sus tres hijos: dos varones de 4 y 6 años y una nena de meses, la única sobreviviente que integra la lista de niños apropiados.
La crueldad de los verdugos no tuvo límites. En la Tucumán del matarife Domingo Bussi se utilizaron ambulancias repletas de detenidos para trasladarlos a descampados donde el estallido de los vehículos dinamitados no dejaban rastros ni de las víctimas ni de los automotores.
El 20 de agosto de 1976, horas después del asesinato del general Omar Actis (uno de los organizadores del Mundial 78), grupos de tareas de la dictadura seleccionaron a treinta jóvenes que se encontraban cautivos en el centro clandestino que funcionaba en la Superintendencia de Seguridad Federal.
Maniatados, con los ojos vendados y posiblemente drogados, los jóvenes fueron trasladados hasta un descampado cercano a la ciudad de Pilar y allí mismo los asesinaron con disparos en la nuca y luego sus cuerpos fueron dinamitados en lo que se conoce como la matanza de Fátima.
Durante el terrorismo de Estado los verdugos convirtieron a la ley de fuga en burdas excusas para asesinar a las víctimas.
En democracia, la fuga de varios genocidas es una suerte de comedia de la que participan vigilados y vigilantes.
A diferencia de sus víctimas, la fuga de los victimarios no los conduce a la muerte sino a la impunidad.