Libertad de expresión o libertad de mercado
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Por Juan Carlos Martínez
La ley de medios audiovisuales ha servido para poner sobre el tapete una discusión que se viene dando en torno de la libertad de expresión. El artículo 14 de la Constitución habla de la libertad de prensa, es decir, el derecho que tiene todo ciudadano para expresar sus ideas por medio de la prensa (a veces se dice prensa escrita, una definición redundante por cuanto sólo los medios gráficos pertenecen a ese género).
Mejor hablar de la libertad de expresión. Es mucho más abarcativa porque en ella se incluye a todos los medios existentes por los cuales las personas pueden manifestarse utilizando el lenguaje oral o escrito o haciéndolo a través de la música, la pintura u otras expresiones del arte.
Ya se sabe que los seres humanos podemos pensar de la manera que se nos antoje, pero no siempre tenemos la oportunidad, el medio y mucho menos la libertad para expresar nuestro pensamiento. Unas veces porque el poder nos impone la censura y otras porque nos autocensuramos, generalmente por temor a las represalias de quienes ejercen ese poder. Que puede ser político, económico, militar o confesional.
Las limitaciones a la libertad de expresión se producen con mayor frecuencia durante gobiernos autoritarios o dictaduras, pero también se localizan en sistemas democráticos cuando la concentración de medios de comunicación está en manos del Estado.
Pero el poder no sólo lo tiene el Estado –sea democrático o dictatorial- : también existen grupos económicos que tienen tanto o más poder que los gobiernos elegidos por el voto popular.
Eso se ha demostrado hasta el cansancio en todo el mundo, incluso en los países más desarrollados como Estados Unidos, donde los grandes medios de comunicación suelen influir en las decisiones de los gobiernos, unas veces con la palabra oral o escrita y otras veces con sus silencios.
En la Argentina hemos conocido todos los caminos por donde ha transitado la libertad de expresión. Desde el control de la información en los medios estatales (una forma de censura) hasta el empleo de la publicidad oficial para influir en la línea editorial de esos medios.
El sistema no es ajeno a los sectores privados, por más que se trate de marcar diferencias entre los fondos que el Estado emplea para esos fines porque pertenecen a todos los ciudadanos y los que los medios de comunicación privados reciben como si en uno y en otro caso el dinero fuera más importante que la ética y la conciencia crítica de los periodistas.
Si los medios de comunicación que reciben publicidad oficial se ven obligados a mantener una línea editorial afín al gobierno de turno, los medios privados alimentados por los grandes grupos económicos ¿a quiénes deben responder?
Los argentinos tenemos una larga experiencia de los efectos nocivos para la libertad de expresión producidos por los grupos económicos que manejan grandes y múltiples medios de comunicación bajo los principios que ordena el dios mercado.
La resistencia que están ofreciendo el grupo Clarín y sus socios visibles e invisibles (partisanos camuflados, al decir de Horacio Verbitsky) es una demostración cabal de los intereses que están en juego en la Argentina contemporánea.
Lo que esos grupos están defendiendo, además de sus negocios más que lucrativos, es el poder que tienen y ejercen sobre los gobiernos de turno justamente para prevalecer sobre sus políticas o decisiones cuando éstas afectan sus intereses.
Durante la dictadura militar se apropiaron de Papel Prensa y de esa manera se hicieron de un monopolio que todavía mantienen con la distribución de la principal materia prima que utilizan los medios gráficos.
A tenor a las pruebas y testimonios que figuran en la causa, el traspaso de la empresa se hizo violando la ley y bajo el inhumano método de la tortura que se aplicó a los hasta entonces propietarios de Papel Prensa.
Hacer negocios con una dictadura que asesinó a treinta mil personas –entre ellas ciento treinta periodistas- no es la mejor carta de presentación para quien presume de ser un devoto de la libertad de expresión.
En la misma época, Ernestina Herrera de Noble se apropió de dos criaturas cometiendo una serie de delitos bajo acusaciones que nunca pudo levantar, independientemente del hasta ahora desconocido origen biológico de aquellos niños, aunque hay fuertes y fundadas sospechas de que podrían ser hijos de personas desaparecidas.
Esas sospechas se fortalecieron a través de un artículo escrito por la propia directora de Clarín en su edición del 12 de enero de 2003 cuando admitió que los padres de Marcela y Felipe podrían haber sido víctimas de la represión durante el terrorismo de Estado.
Poco menos que una confesión.
No es una versión maliciosa de quienes han dicho que el poder que ejerce Clarín le ha permitido a lo largo de su existencia presionar sobre los gobiernos de turno, tanto para dirigir sus políticas internas como externas, bajar y subir ministros y hasta presidentes.
Además de lo que registran los archivos de Clarín, el poder del grupo encuentra su más contundente testimonio cuando Héctor Magnetto le dice a Carlos Menen en una entrevista televisiva que el cargo de presidente de la Nación para él era un puesto menor.
Eric Fromm decía que cuando más poder se tiene, más se perjudica a la libertad.
Está claro que la Argentina tiene dos caminos para elegir en materia de libertades: la libertad de expresión o la libertad de mercado.
De eso se trata.