La Alemania nazi y la Argentina democrática
Por Juan Carlos Martínez
"Los trágicos hechos que acompañaron la caída de la República de Weimar y el comienzo del Tercer Reich deben mover a reflexión a los argentinos.
-Hace 80 años el mundo fue testigo, silencioso y tolerante, de la gradual desaparición de una república y, en pocos meses, de la instalación de una dictadura con el apoyo entusiasta de la población y sus fuerzas vivas. La República de Weimar fue reemplazada por un régimen totalitario que concentró en una persona los tres poderes del Estado, eliminó los derechos individuales, controló la justicia, suprimió la prensa independiente y, finalmente, ejecutó el terrible Holocausto.
-Salvando, como decíamos, las enormes distancias, los argentinos deberíamos reparar en los rasgos autoritarios que, cada vez con mayor frecuencia, pone de manifiesto el Gobierno, y cobrar conciencia de que es imposible prever cómo puede terminar un proceso que comienza cercenando las libertades y la independencia de los tres poderes del Estado, al tiempo que distorsiona los valores esenciales de la República y promueve enfrentamientos dentro de la sociedad"
(Síntesis del editorial del diario La Nación, del 27/05/13).
Si no fuera por la perversa intencionalidad política que conlleva esta descarada manipulación de la historia y de la realidad en la que vivimos los argentinos, podríamos decir que el editorial del diario La Nación, publicado en su edición del 27 de mayo, es un ingenioso ensayo digno de ser incluido en la antología del disparate. Podría ser, también, parte de un libreto escrito por Lanata para su show de los domingos en Canal 13.
Ni una cosa ni la otra. Se trata del análisis político en el cual el diario de los Mitre traza una analogía entre la Alemania nazi y la Argentina democrática. De esa lectura se pueden sacar dos conclusiones: por un lado, minimizar o negar el holocausto que se llevó la vida de seis millones de personas y por otro lado comparar el sistema democrático vigente en nuestro país con el régimen nazi.
El comentario del diario se inscribe en la feroz campaña en la que están embarcados algunos sectores minoritarios pero muy poderosos que en la Argentina añoran los años del terrorismo de Estado y la economía de mercado que Martínez de Hoz impuso a sangre y fuego y que continuó el menemismo en la década de los noventa.
Que nadie interprete que todos los críticos de este gobierno deben ser incluidos en esa campaña.
La Argentina vive desde hace tres décadas en su sistema democrático y los gobiernos que se han sucedido a través del voto popular han transitado entre luces y sombras, con avances y retrocesos, unos más que otros. Pero lo que es indudable es que hemos consolidado un sistema de alternancia democrática a través de las urnas.
Nadie podría decir que vivimos en un paraíso, pero tampoco que habitamos en el infierno.
Si algún ensayo nazi hubo en la Argentina, hay que remitirse a los años de la dictadura cívico-militar-clerical que tomó el poder político el 24 de marzo de 1976. No sólo por la ideología de muchos de sus actores sino por la demostrada admiración que la figura de Hitler alcanzó entre los genocidas.
El general Otto Paladino tenía la foto del führer en su despacho de Automotores Orletti, uno de los campos de concentración donde centenares de hombres y mujeres fueron torturados y asesinados.
Otro que no ocultaba su devoción por el nazismo era el represor Raúl Guglielminetti, a quien la revista española Interviú mostró posando con el fondo de la cruz svástica.
Pero en aquellos años al diario La Nación no le preocupaba en absoluto que el nazismo echara raíces en la Argentina ni que los militares repitieran muchos de los métodos utilizados por Hitler para exterminar a millones de personas. Todo lo contario: las páginas del centenario matutino sirvieron sin tapujos al terrorismo de Estado.
La preocupación que hoy manifiesta el diario de los Mitre por la absurda analogía que hace entre la Alemania nazi y la Argentina democrática es una falacia que sólo apunta a agregar fantasmas a la campaña de las minorías que siguen aferradas al ominoso pasado que aquí vivimos bajo la espada, la cruz y el dinero.
Qué burda paradoja la de La Nación. Por un lado expresa su temor por la inexistente amenaza de una reedición nazi en la Argentina mientras califica a los genocidas de presos políticos y pone las manos en el fuego por Vicente Massot, cuya pluma antisemita sirvió y continúa sirviendo a la extrema derecha desde las páginas de La Nueva Provincia.