Liderazgo e impunidad
Por Juan Carlos Martínez
"En La Pampa hemos tenido una historia de liderazgos fuertes, y cuando estaban, estas cosas no pasaban". El entrecomillado corresponde a declaraciones de la vicegobernadora Norma Durango, publicadas en el diario La Arena. El matutino pampeano agregó una acotación sugiriendo que la funcionaria aludía a la cantidad de juicios que se han realizado en los últimos tiempos.
Juicios que -digamos nosotros- involucran a un número importante de funcionarios que actuaron durante las repetidas administraciones de Rubén Marín. Aunque esa no haya sido su intención, Durango vino a confirmar que en tiempos del feudalismo marinista -una de las etapas de mayor corrupción en La Pampa- no había juicios contra los funcionarios públicos ni contra jueces o fiscales por los delitos que éstos cometían y que todo el mundo conocía.
¿Qué sugiere Durango cuando atribuye a esos liderazgos fuertes la falta de juicios políticos o judiciales como los que se han realizado y los que están en pleno desarrollo hoy en La Pampa?
Seguro que su intención no ha sido la de convertir a esos liderazgos en el dique de contención de los juicios que mandaron al banquillo de los acusados a varios colaboradores marinistas, pero sin duda que ha sido ese liderazgo el que posibilitó la larga y todavía vigente impunidad que los protege.
Sería erróneo decir que la corrupción es patrimonio exclusivo de Marín y sus funcionarios, pero es absolutamente cierto y comprobable que el marinismo contribuyó con creces a degradar la política y por añadidura el Poder Judicial, cuyas secuelas se han expandido como las esquirlas de una bomba.
Las consecuencias están a la vista. Se reflejan en los propios casos que han pasado por los tribunales y los que aguardan la decisión de fiscales y jueces para ser sometidos a investigaciones, cosa que todavía resulta difícil concretar en virtud de los intereses que están en juego.
Es que para llegar a semejante descomposición institucional fue necesario construir una red de complicidades tan amplia que hoy por hoy nadie (o muy pocos) se atreverían a arrojar la primera piedra.
De otro modo no hubiese sido posible mantener viva durante tantos años la impunidad que todavía sigue siendo el paraguas que protege a muchos personajes de la vida política, judicial, policial, social y empresaria que al amparo del poder político de turno se han enriquecido o han cometido otro tipo de delitos no menos graves.
Si tuviéramos que ofrecer al lector una lista de esos sucesos, seguramente que ocuparíamos un espacio que no disponemos aquí, pero suficiente con recordar que hay un extenso capítulo en el que se incluyen desde crímenes impunes hasta negociados, despojo de propiedades, enriquecimientos ilícitos y una variedad de chanchullos al mejor estilo mafioso que involucran a funcionarios públicos y sectores privados.
El desgraciado fin que tuvo la niña Sofía Viale fue la gota que rebasó el vaso y a partir de esa tragedia una buena parte de la sociedad pampeana comenzó a mirar con más atención la realidad en la que estaba inmersa.
Esa reacción, ayudada por las propias evidencias que surgían del estado calamitoso que envuelve al Poder Judicial, es la que está moviendo el tablero político-judicial de La Pampa, donde se localizan muchas de las peores prácticas conocidas en la historia de esta provincia, salvo las que ejerció la dictadura cívico-militar-clerical durante el terrorismo de Estado, una etapa en la que también hubo connivencia con la dictadura a través de colaboradores directos y buchones que ayudaron a la cacería humana.
Entre los acusados y sospechados se encuentra Carlos Aragonés, padrino político de Marín y el propio Marín como autores o gestores de una lista negra de "zurdos" que le fue entregada al general Camps, cuando el genocida se fue de La Pampa para hacerse cargo de la policía bonaerense a finales de 1975.
El liderazgo de Rubén Marín es sinónimo de impunidad, pero quienes lo han sucedido en la conducción de los destinos de La Pampa también han aportado lo suyo para que esta provincia siga siendo un feudo que espera la hora de la verdadera democratización de los tres poderes del Estado.