Despidos

Por Juan Carlos Martínez

 

“Esta disposición de admirar, y casi idolatrar, a los
ricos y poderosos, y a despreciar o, como mínimo,
ignorar a las personas pobres y de condición
humilde es la principal y más extendida causa
de corrupción de nuestros sentimientos morales”

Adam Smith

 

Sólo los ingenuos creen que los dueños del dinero acumulan metal para luego distribuirlo entre sus semejantes. Ya sabemos cómo funciona la teoría del derrame en un mundo donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres. 

 

Según la OIT, 3.000 millones de personas viven por debajo del umbral de pobreza, establecido en dos dólares por día. Actualmente, el 20 por ciento más rico de la población mundial consume el 90 por ciento de los bienes producidos, en tanto que el 20 por ciento sólo consume el uno por ciento.

 

El siguiente dato no es menos escalofriante: las veinte personas más ricas del mundo tienen recursos iguales a los que suman los 2.500 millones más pobres.

 

La desigualdad existente tiende a multiplicarse a lo largo y a lo ancho del planeta merced a la globalización del sistema, cuya sincronización se advierte con mayor claridad a medida que el fundamentalismo económico se profundiza y actúa a cara descubierta, como está ocurriendo en la Argentina.

 

La ola de despidos de trabajadores no es otra cosa que la expulsión de los más débiles del mundo laboral –de la vida misma- para garantizar la buena salud de la economía de mercado. Original manera de terminar con la pobreza.

 

En sintonía con el brutal ajuste, como paso previo el gobierno sembró de policías todo el país para frenar cualquier alteración social que pueda poner en riesgo el plan económico diseñado y dirigido por las grandes corporaciones que han exhumado las políticas de los noventa.

 

Con el beneplácito y acompañamiento de los grandes medios de comunicación, piezas clave en la formación del humor colectivo de una sociedad (o buena parte de ella) permeable al perverso juego de distracción que de manera especial le llega por la pantalla televisiva.

 

La respuesta está cantada: mano dura, represión, cárceles, agravamiento de las penas y protocolos punitivos por decreto, todo hecho a la medida de las corporaciones económicas.

 

¿Esa es la respuesta que tiene in mente el intendente radical-macrista de Santa Rosa, elegido por la voluntad de los vecinos de la capital pampeana, asqueados de gestiones mediocres, corruptas y autoritarias?

 

¿Esa respuesta es la que acordó en su larga entrevista con el golpeador Tierno para frenar las protestas de los empleados despedidos del municipio?

 

¿No hay otra manera más racional, más humana que la de dejar en la calle y sin pan a las personas despedidas?

 

Seguro que la hay. Es cuestión de no corromper nuestros sentimientos morales.