¿Dictadura por decreto?

Por Juan Carlos Martínez

 

El desfile militar por las calles de Buenos Aires fue uno de los primeros gestos de Carlos Menem en su intento de reivindicar a unas fuerzas armadas que arrastraban el lastre del terrorismo de Estado y la derrota en la guerra de las Malvinas.


El nuevo presidente iniciaba de esa manera el camino hacia la impunidad de los militares por los crímenes cometidos durante la sangrienta dictadura. De paso, ponía paños fríos al bochorno de la aventura lanzada por un general ebrio de alcohol y de poder que mandó al sacrificio a cientos de jóvenes que se fueron de este mundo en la primavera de sus vidas.


La idea de quienes soñaban con la llamada reconciliación ya había dado sus primeros pasos con las leyes de punto final y obediencia debida. Después llegó el indulto a los comandantes del genocidio merced al espíritu piadoso del hombre que había juramentado no defraudar a quienes lo habían elevado a la cima del poder político.


En ese marco, la Argentina avanzaba hacia el futuro sin haber resuelto el brumoso pasado y con la posibilidad cierta de repetirlo.


Sin embargo, la implacable resistencia de buena parte de la sociedad con los organismos de derechos humanos al frente impidió aquel intento y el histórico juicio a las juntas tuvo su segunda etapa con la anulación de las leyes del perdón y el indulto.


La racionalidad política volvió a la Argentina y los tribunales de la democracia reactivaron las causas pendientes contra los responsables de los múltiples delitos de lesa humanidad cometidos en el país en los años de plomo.


El humano objetivo de Memoria, Verdad y Justicia estaba en marcha en todo el país y en ese contexto llegó a la Casa Rosada el nuevo gobierno encabezado por el hombre que poco tiempo atrás había calificado a los derechos humanos como un curro.


Semejante brutalidad verbal encendió las luces de alarma porque en sintonía con el mensaje de Macri se produjeron algunos hechos más que significativos. Los más claros, las liberaciones de varios represores que cumplían prisiones preventivas por su participación en delitos de lesa humanidad y los insistentes rumores sobre una eventual amnistía.


A ese cuadro se suman las presiones que están ejerciendo sobre jueces y fiscales operadores del macrismo que no sólo apuntan a las causas por violaciones a los derechos humanos sino a las que involucran a varios funcionarios del nuevo gobierno por delitos económicos.


El sobreseimiento de Macri en la causa por espionaje que el lenguaje eufemístico llama escuchas ilegales, pone de relieve la facilidad con la que algunos magistrados pasan sin inmutarse de un extremo a otro.


Es el caso del fiscal que después de opinar que Macri debía ir a juicio oral y público, cambió abruptamente de opinión y de esa manera abrió el camino para que el juez dictara el sobreseimiento del hombre al que había procesado y que en esas condiciones asumió la presidencia de la república.


Mientras Macri asume el rol de Videla sin sable y su gobierno convierte a la democracia en la continuidad de la dictadura por decreto, el país afronta una gravísima encrucijada que ni el más lúcido de los analistas está en condiciones de ofrecer un diagnóstico medianamente aproximado sobre cómo se resolverá semejante crisis.


Crisis que incluye otra aproximación a la dictadura: la economía en manos de los devotos del neoliberalismo que a través del brutal ajuste vuelven a los noventa, que es como repetir las nefastas experiencias de Cavallo y Martínez de Hoz.


¿Qué hacer frente al impiadoso poder oculto que gobierna la Argentina desde las sombras a través de un mediocre que a pesar de su analfabetismo político les resulta funcional a sus intereses?


No hay una sola respuesta. No hay un solo camino. Resistir es uno de ellos. Como resistieron las Madres y las Abuelas la dictadura que asesinó a sus hijos, que robó a sus nietos y que abrió el camino al genocidio económico.


¿Nos encaminamos a repetir aquella tragedia?

Lo están intentando. Pero no podrán volver al ominoso pasado. El dolor y el sufrimiento de madres y padres, de abuelas y abuelos han hecho carne en millones de jóvenes dispuestos a recoger la posta de la resistencia.


Qué oportunidad para repasar algunos párrafos de la carta a la juventud que Émilie Zola escribió el 14 de diciembre de 1897 cuando las sombras amenazaban la libertad de Francia.


“Juventud, juventud. Acuérdate de lo que sufrieron tus padres y de las batallas terribles que tuvieron que vencer para conquistar la libertad de que gozas ahora.


-Si te sientes independiente, si puedes ir y venir a voluntad o decir en la prensa lo que piensas, o tener una opinión y expresarla públicamente, es porque tus padres contribuyeron a ello con su inteligencia y su sangre.


-No has nacido bajo la tiranía, ignoras lo que es despertarse cada mañana con la bota de un amo sobre el pecho, no has combatido para escapar al sable del dictador, a la ley falaz del mal juez.


-Agradécelo a tus padres y no cometas el crimen de aclamar la mentira, de alinearte junto a la fuerza brutal, junto a la intolerancia de los fanáticos y la voracidad de los ambiciosos”.

Serán los jóvenes, fundamentalmente, los que impedirán que la dictadura de los tanques o decretos vuelva a ensombrecer la vida de los argentinos.