Escribe Juan Carlos Martínez: GRACIAS

Gracias a quienes se acercaron a llevarle flores a Enrique Mariani en el día de la recuperación de su nieta. Mariani se fue de este mundo con un sueño frustrado y una profunda herida en su corazón: reencontrarse con su nieta. Él tuvo a Clara Anahí en sus brazos por última vez días antes de aquel trágico 24 de noviembre de 1976.

 

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Compartí con el talentoso músico los dos últimos años de su vida. El 6 de junio de 2003 lo despedí en la terminal de Santa Rosa. Fue su último adiós a la ciudad que lo vio nacer. Y a la que había regresado con la idea de enseñar música a los niños en las escuelas. Un ambicioso proyecto que quedó a mitad de camino porque la burocracia política se nutre de melodías extrañas al sentimiento musical.

 

En el tiempo que permaneció en La Pampa se reencontró con Ricardo Nervi, a quien había conocido en los lejanos años de sus infancias. Cerca de la estación del ferrocarril, donde hoy se guardan sus cenizas. Un deseo que Chicha cumplió poco después de su fallecimiento el 10 de junio de ese año.

 

Mariani murió en la casa de Chicha en City Bell, soñando con la nieta que por aquellos días tenía 26 años. No pudo ser. Pero quedó Chicha para continuar la búsqueda de aquella criatura que había crecido en un mundo extraño, con otra identidad, con otra historia que no era la que habían soñado sus padres.

 

Los años de vida de Clara Anahí son los años de lucha que Chicha lleva sobre sus espaldas. No sólo buscándola a ella sino a los centenares de niños arrebatados por la dictadura. Desde aquel 24 de noviembre de 1976, Chicha no ha perdido un solo día ni un solo instante para cumplir con el desafío más grande de su vida.

 


Poco a poco los ojos de Chicha se han ido nublando. Ha ido perdiendo esa capacidad de lectura que había adquirido desde muy joven. Y que fortaleció desde su condición de docente de Bellas Artes en el Liceo Víctor Mercante de La Plata donde dejó su impronta intelectual y humana que aún perdura en las aulas y en la memoria de sus alumnos. Alguien ha dicho que Chicha vé con el corazón.

 

El abrazo con su nieta llegó casi cuarenta años después de aquel 24 de noviembre de 1976.

 

¡Cuánto dolor, cuánto sufrimiento, cuántas noches de insomnio, cuántos días de abatimiento!

 

No me puedo ir de este mundo sin abrazar a mi nieta, repetía mientras el reloj del tiempo alimentaba su impaciencia.

 

Cada 12 de agosto le traía de regalo una muñeca. Poco a poco su casa se convirtió en un jardín de muñecas. Hasta que la niña dejó de ser niña. Después, nacieron las muestras de esta historia que recorrió el país entero. Como las cartas que Chicha le escribía. Cartas llenas de amor y ternura. Quiero abrazarte, le decía mientras Clara Anahí iba creciendo como los álamos.

 

Cada 24 de noviembre en la casa de la calle 30 de La Plata se evocaba aquella tragedia. ¿Dónde estás mi querida Clara Anahí? Mensajes que viajaban en los globos de todos colores que surcaban el cielo platense en busca de un mismo destinatario: la niña robada.

 

Los mismos que se llevaron a aquella criatura decían que en el feroz ataque a la casa no hubo sobrevivientes. Algunos medios la dieron por muerta al recoger la versión de los propios represores. Otra versión la ubicaba en España junto con su padre que ya había sido asesinado. Era una forma de desalentar su búsqueda. Pero Chicha no les creía. Y a cada falacia respondía con la intuición de madre y abuela: Yo sé que vive, sé que algún día nos abrazaremos, repetía.

 

Sabía que podía estar físicamente lejos pero siempre cerca de su corazón. De ese corazón gastado que hoy aceleró su marcha y se hizo fuerte como si fuera de acero.

 

¡Qué lección de amor, cuánta grandeza, qué ejemplo de vida nos has dado Chicha a tus lozanos 92 años!

 

Juan Carlos Martínez - 24 de diciembre de 2015