Autoridad moral y dignidad de un juez
Por Juan Carlos Martínez
El fallo del juez Alejo Ramos Padilla suspendiendo la designación que Macri hizo por decreto para nombrar a dos ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha despertado las iras de los cazadores de brujas, en este caso parapetados en las páginas de los grandes medios de comunicación, entre ellos el diario La Nación.
Fiel a su inveterada costumbre de ponerle rótulo a todo lo que no esté en sintonía con su línea editorial –siempre ligada a los grupos económicos, políticos y militares más reaccionarios- el matutino fundado por Mitre ha elegido para cuestionar el fallo del magistrado su participación en Justicia Legítima.
Justicia Legítima es un movimiento integrado por jueces, fiscales, abogados y personas provenientes de distintos sectores empeñados en promover cambios en uno de los tres poderes del Estado, sin duda el más conservador y el menos democrático de todos.
Lo acaba de demostrar el presidente del más alto tribunal de la Nación al prestarse al intento del presidente procesado Mauricio Macri y sus asesores, quienes pergeñaron una sucia maniobra para meter por la ventana a dos ministros de la Corte Suprema pasando por encima del Senado de la Nación y de la propia Constitución Nacional.
La complicidad de los sectores más conservadores con la vieja corporación judicial no les permite siquiera un mínimo de objetividad a la hora de analizar la historia individual de los jueces que, como Alejo Ramos Padilla, antes de lucir la toga bebieron en las mejores fuentes del derecho y rindieron los mejores exámenes como abogados defendiendo causas ligadas a la vida, la libertad y los derechos humanos.
Mientras los medios como La Nación defendían y reivindicaban el terrorismo de Estado, a los torturadores y asesinos, a los que robaron niños y a los empresarios que participaron en aquella orgía de sangre, Ramos Padilla, como abogado, acompañaba a Madres y Abuelas en demanda de justicia cuando la impunidad reinaba en la Argentina.
Fruto de su valiente tarea, logró que asesinos como Videla, Etchecolaz y el cura Von Wernich fueran condenados por los múltiples delitos de lesa humanidad cometidos en los años de plomo.
No fueron jueces de capucha sino jueces de la Constitución los que dictaron las condenas a esos miserables a los que La Nación sigue llamando presos políticos.
Pocos como Alejo Ramos Padilla tienen su autoridad moral y su dignidad para plantarse frente a la Corte y defender la Constitución contra el atropello que Macri, Lorenzetti y los serviles de la corporación judicial pretenden consumar.